Por Eduardo Morón
(El Comercio – Portafolio, 02 de octubre de 2015)
La próxima semana estaremos invadidos por las delegaciones que vienen para las reuniones anuales del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Muchos querrán saber sobre el Perú y su economía. En el marco de este evento sin precedentes para el Perú, el FMI publicó un libro (“Perú: Manteniéndose en el camino del éxito económico”) que explora la profunda transformación de nuestra economía en los últimos 25 años. En efecto, en estos 25 años nuestro ingreso per cápita se multiplicó por 5. La inflación desapareció como un problema recurrente luego de que el Banco Central de Reserva se convirtiese en una entidad independiente del afán electorero de los gobiernos. La pobreza se redujo a una tercera parte, incluido un gran progreso en pobreza extrema donde la acción del Estado es más difícil. Pasamos de ser un país con una deuda impagable, a un país con grado de inversión, con recursos para atender las grandes demandas sociales insatisfechas. La dolarización que por años estuvo en niveles de 80% de activos y pasivos y que limitaba muchísimo la eficacia de la política monetaria, hoy está más cerca del 30%.
Sin embargo, a pesar de todos estos avances aún hay grandes tareas pendientes. A mi juicio la mayor de todas ellas es no haber sido capaces de formalizar a una mayor parte del país. En el año 1990, la informalidad del empleo era alrededor de 80%. Hoy es más de 70%. La reducción es casi insignificante. Como lo muestra otro reciente libro (“Empleos para crecer”, BID) no es que los trabajadores siempre tengan trabajos informales, lo que sucede es que mayormente están cambiando con mucha frecuencia de trabajo. La mayoría de esos trabajos son informales. La contracara de la informalidad es la baja productividad. Y aquí el círculo vicioso es perverso. Una gran fracción de los trabajadores que tiene trabajo rota con mucha velocidad. Esto impide cualquier ganancia de aprendizaje en el trabajo y si es que hubiese capacitación seguro que no les toca. Esto les reduce las opciones para ser más productivo, condenándolos a la informalidad.
Una de las razones de la informalidad es que las empresas no son suficientemente grandes para costear la formalidad. En ese sentido, la manera como juzgamos la calidad del trabajo de nuestra autoridad tributaria debería ser que es capaz de facilitar el crecimiento de nuestras empresas formales, inclusive que permite que empresas previamente informales se hagan formales. No tiene sentido pensar en que porque se recauda más se está haciendo un buen trabajo.
Creo que es crítico que nuestros candidatos a presidente empiecen a plantear la ruta hacia la construcción de un Perú con empleos formales. Debe revisarse el impacto nefasto de los costos de despido tan altos que principalmente afecta la generación de nuevos puestos de trabajo formal.
Estos tres años de menor crecimiento nos han hecho dudar de nuestra capacidad de seguir enfrentando retos de esas magnitudes, creciendo vigorosamente. La mayoría es poco optimista respecto a cómo cerraremos el 2015 o si es que en efecto regresaremos en el 2016 a cifras de crecimiento por encima del 4%. A pesar de que hoy el escenario cercano no es alentador, podemos usar la frase que dijo, en alguna Feria del Libro, Augusto Álvarez Rodrich: hoy Perú tiene un buen lejos.