El crecimiento capitalista no necesariamente genera desigualdad. Prueba de ello es el crecimiento peruano reciente. En el Perú no sólo se ha disminuido la pobreza absoluta, sino también, la desigualdad relativa. Gonzalo Zegarra, comenta.
El economista francés Thomas Piketty propone en su libro El capital en el siglo XXI que en los últimos 200 años de capitalismo las tasas de retorno sobre el capital han sido siempre (excepto en períodos de guerra) mayores que el crecimiento de la economía. De lo anterior infiere que los capitalistas se apropian de una mayor parte de la riqueza así generada que el resto de personas (trabajadores). Concluye, por tanto, que el crecimiento capitalista genera indefectiblemente desigualdad.
De lo que he leído, nadie parece cuestionar la constatación empírica de su investigación, aunque muchos han cuestionado su premisa moral; a saber, que la desigualdad sea siempre un problema, incluso si el bienestar de los más pobres se ha incrementado sustancialmente. Yo, desde luego, comparto esa crítica al igualitarismo en general (SE 1102, 1244, 1294, 1318). Como ejemplifica el profesor de Chicago, Richard Epstein, si uno mira la reducción de la mortalidad infantil en Inglaterra en los últimos años en términos relativos, resulta que el riesgo de morir de un niño pobre respecto de uno rico mejoró ‘sólo’ de 2.63 veces a 2.19. Pero en términos absolutos, el riesgo para el niño pobre disminuyó 30 veces. Es groseramente frívolo y sólo explicable por la falta de contacto con la auténtica miseria dar más importancia a lo primero que a lo segundo (SE 1102).
Pero además hay que señalar que la regla que formula Piketty resulta –desde un punto de vista puramente descriptivo– falsa en su generalidad. Y la prueba está nada menos que en el Perú. En efecto, nuestro reciente crecimiento demuestra que el crecimiento capitalista no necesariamente genera desigualdad. Porque en el Perú no sólo se ha disminuido la pobreza absoluta, sino también –aunque más moderadamente– la desigualdad relativa(Perú Económico, feb. 2010).
Por tanto, lo que es cierto para el período y los países analizados por Piketty, no puede concluirse como una regla intrínseca y general del capitalismo. De hecho, como explica Kenneth Rogoff citando a Angus Deaton, el mundo es hoy menos desigual que nunca en la historia, por la sencilla razón de que en los países en vías de desarrollo la pobreza se ha reducido sustancialmente en los últimos treinta años. La ‘ley de Piketty’, entonces, resultaría válida sólo en el interior de las sociedades de los países ricos. De hecho, de ahí proviene su data.
Curiosamente, algunas de las frases celebradas de Piketty (al menos en redes sociales) aluden a la arrogancia e ideologización de los economistas, que omiten basarse en investigación histórica (empírica) y usar los aportes de otras ciencias sociales. Concuerdo con esa visión, y no sólo para los economistas, sino también para todas las disciplinas. Como señala Diego Macera en un post en semanaeconomica.com hace poco, hay que construir la ideología sobre los hechos, y no al revés. Por ello me temo que si Piketty pretende extraer conclusiones universales a partir de data que es solamente parcial, y que no aplica a las vastas zonas donde el crecimiento económico y los cambios en la desigualdad son hoy más vibrantes y relevantes –esto es, a los países en desarrollo–, entonces su pretendida constatación sobre la inevitabilidad de la desigualdad en el capitalismo no sólo constituye una ligereza, sino además una arrogante pretensión.