Por Eduardo Morón
(El Comercio – Portafolio, 21 de agosto de 2015)
Cuando la economía norteamericana estaba de capa caída, era común señalar que había sido un desperdicio firmar acuerdos de libre comercio. Cuando la Reserva Federal tuvo que aplicar medidas extremas de estímulo monetario (tasas de interés en cero) para tratar de reanimar la economía, era común destacar los problemas cambiarios para nuestras economías. Hoy, la situación de la economía norteamericana es finalmente diferente a la de los últimos siete años. La mayor economía del mundo muestra con claridad signos de que su lenta recuperación se ha consolidado. Esto no debería ser una mala noticia para países como el Perú, que tienen a ese mercado como uno de sus principales mercados de destino para sus exportaciones. Pero, una vez más, el énfasis está en los daños colaterales que este mayor crecimiento va a generar en economías como el Perú.
Tratando de entender este daño colateral, unos colegas del FMI (Druck, Magud y Mariscal, 2015) publicaron un trabajo en el que ponen en evidencia el impacto que tienen sobre el crecimiento de las economías emergentes los ciclos de apreciación y depreciación de la moneda norteamericana. Como cualquier otra economía en el mundo también la economía norteamericana pasa por ciclos de expansión y recesión. Esos ciclos están asociados a un comportamiento bien diferente de su tipo de cambio con respecto al resto de monedas en el mundo. Si la economía norteamericana está en franca recuperación, lo lógico es esperar que la FED tenga sus tasas de interés por encima de sus niveles, digamos, normales. Como no hace falta darle impulsos adicionales desde el lado monetario, es lógico que esto ocurra. Estas tasas de interés relativamente altas producen flujos de capital mayores que los normales del resto de la economía hacia la economía y, por lo tanto, el dólar se aprecia con respecto al resto de monedas. Lo opuesto ocurre en situaciones de recesión o de menor ritmo de crecimiento, donde el dólar se deprecia.
Lo cierto es que su moneda pasa por estos ciclos de apreciación y depreciación que tienen un impacto en otra variable clave para nuestra economía: los precios internaciones de los productos que exportamos. Cuando el dólar se aprecia, los precios en dólares de los commodities se reducen y esto tiene un impacto negativo sobre nuestro crecimiento. El dólar se apreció entre 1996 y el 2001, años de muy bajo crecimiento para el Perú, luego se depreció entre el 2002 y el 2011, años de nuestro ‘boom’ de crecimiento. El ciclo de apreciación empezó en el 2012, no hace unos meses, y sigue su curso. Los precios de los commodities vienen cayendo desde entonces y con ello nuestra tasa de crecimiento. ¿Cuánto tiempo más tendremos estos vientos en contra? Es difícil decirlo, porque estos son ciclos con una duración irregular. Lo cierto es que, según el estudio en cuestión, las diferencias en nuestro crecimiento económico son significativas en un entorno de apreciación o de depreciación del dólar.
Para empeorar el pronóstico, enfrentamos a una China que busca reanimar su crecimiento, introduciendo mayor flexibilidad a su moneda porque estos ciclos también los pone contra la pared. Y para completar el problema, está la amenaza de pasar a ser categorizados como mercado de frontera. Es imprescindible actuar rá- pido y desarmar el impuesto a las ganancias de capitales que evita que nuestra bolsa de valores tenga la liquidez que se requiere para no ser calificados como de frontera. Los efectos colaterales de esta decisión serán muchísimo mayores que lo que se pierda con desaparecer este impuesto.