El anuncio de que la Alianza del Pacífico invitará al resto de países de la región a incorporarse suena insólito. No es tanto un tema de consistencia geográfica, sino de coherencia ideológica. Los cuatro países de la Alianza actual tienen economías muy abiertas, mientras que la mayoría de los demás se maneja con diversos grados de ortodoxia.
La iniciativa parece haber partido de Chile, cuyo canciller Heraldo Muñoz está fungiendo de mediados entre los bloques. Tiene todos los visos de un guiño de Michelle Bachelet a su electorado. La frase de Muñoz “Vamos a continuar actuando en la Alianza de manera muy proactiva, en la medida en que no se transforme en un bloque político-ideológico”, es elocuente.
Pero la Alianza es un bloque del tipo que rechaza Muñoz, orientado por una apertura económica que los países del Mercosur (otro bloque político-ideológico) no tienen, ni quieren. Argentina y Brasil, sus dos mayores economías, y los primeros invitados, son ejemplos claros de esto. Para Santiago hoy este incomprensible salto a contradicción es una expresión de pragmatismo.
La unión con estos dos grandes países, o cualquiera de los demás del Mercosur, exigiría a la Alianza aceptar un arancel externo común bastante más alto que el manejado por la economía de los cuatro. Con lo cual todo el asunto se convertiría en algo así como un acuerdo comercial entre proteccionistas. Más ganancioso el país más proteccionista.
Pero quizás no hay que preocuparse tanto por la iniciativa. Por lo pronto ya salió la ministra Magali Silva a declarar que no se va a negociar con grupos de países sino con países individuales. Pero resulta que el Mercosur tiene como norma negociar en grupo. Lo más probable es que la cosa termine sin incorporados, y más bien con un tropel de observadores.
A los países de la Alianza no ser socios del Mercosur no les ha impedido mucho en términos bilaterales y a la vez ha significado poco en términos comerciales. Con Argentina, por ejemplo, importamos unos US$ 1,500 millones y exportamos unos US$ 160 millones, cifras que casi no se han movido en un decenio.
Nadie imagina a Brasil modificando su estructura proteccionista para acomodar las necesidades de la Alianza. Incluso las favorables condiciones para la inversión extranjera directa en el Perú no han impedido que la brasileña caiga en estos últimos años, a US$ 22.5 millones en el 2013. Aunque en ese año la IED chilena estuvo incluso por debajo de eso.
¿Por qué aceptaron las cancillerías de Colombia, México y Perú hacer la invitación? La respuesta más optimista es que simplemente no creen que eso pueda materializarse. Chile se salió del Pacto Andino en 1976 para poder liberalizar su economía. Sería extraño que ahora deje la Alianza para poder cerrar esa misma economía.