Todos cometemos errores quizá porque es parte de nuestra condición humana. El dicho señala que errar es humano. Sin embargo, la diferencia radica en la conducta que asumimos frente al error. En el caso de los países sucede lo mismo y quienes tienen el deber de rectificar son los gobernantes y la clase dirigente. En el Perú todos sentimos que en el 2013 hubo muchos errores que afectaron la confianza en el futuro y el crecimiento de nuestra economía. ¿Qué hacemos frente a esa situación? ¿Nos empinamos sobre los problemas, como hacen los grandes, o nos acomodamos con la mediocridad?
2013: El año perdido
El año que terminaha sido decepcionante para los peruanos, sobre todo, porque hemos debilitado nuestra confianza en el futuroy en nuestras instituciones tutelares, y se ha acentuado el pernicioso divorcio entre la política y la economía. Si bien la economía sigue creciendo a un ritmo que nos distingue favorablemente con respecto a otros países de la región, se viene produciendo un enfriamiento, agravado por las condiciones internas, principalmente, por la política que resta visión de futuro y la incapacidad de los gobiernos nacional, regional y local para destrabar y promover la inversión privada.
La expresión del escenario que se describe se ve en la pérdida de popularidad del gobierno y las instituciones públicas, el menor ritmo del crecimiento de la tasa de inversión, que ha caído de 28% a 7% en este año, y la parálisis de los grandes proyectos de inversión.
En busca del tiempo perdido
Las experiencias negativas del ´año perdido´no deben llevar a que el pesimismo y el desconcierto se apoderen de los peruanos, sino, todo lo contrario, debenconstituir un acicate para aprender de nuestros errores y corregir entuertos. Las potencialidades del Perú para alcanzar el desarrollo integral, duradero y sostenible, son extraordinarias. No olvidemos que el HSBC proyecta que nuestra economía puede ubicarse en el puesto 26 el año 2050 y que, para entonces, el 90% de nuestra población tendría ingresos medios y altos, 50 y 40% respectivamente, siempre y cuando mantengamos un crecimiento de 5.5% al año y ataquemos nuestras grandes deficiencias en educación-salud, instituciones e infraestructuras.
Como hemos explicado en Lampadia la posibilidad de poner en valor nuestros recursos naturales significa una enorme posibilidad de alcanzar el desarrollo siguiendo los ejemplos de Noruega y Australia, dos países exitosos y desarrollados que ocupan el primer y segundo lugar en el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Estas sociedades, a contracorriente de la prédica de la izquierda tradicional peruana, han convertido sus recursos naturales, no en una maldición, sino en una bendición para sus ciudadanos.
Avanzar en esta dirección implica generar un buen clima de inversión que debe ser propiciado desde la propia Presidencia de la República, que no puede denostar de la inversión privada en ningún sector de la economía, sino todo lo contrario: explicarle al sector público, a los medios y a los ciudadanos que las medidas del Perú son 90-90-90. Es decir que el 90% del empleo, el 90% de los recursos fiscales y casi el 90% de la inversión provienen del sector privado.
Desde el lado de las capacidades del Presidente para enmendar entuertos, en Lampadia hemos recomendadoque asumapersonalmente la facilitación y seguimientode cinco proyectos emblemáticos: Conga, Tía María, Gasoducto del Sur, Túnel Trasandino y la Longitudinal de la Sierra.
Es hora de abandonar el improductivo juego político y asumir el juego del desarrollo, tal como lo hicieron los mandatarios de países tan exitosos como Corea, Singapur y China. El juego del desarrollo no es una opción economicista, es una opción equilibrada e integral, como lo define la Real Academia mediante la palabragobernanza, que deberíamos leer todos los días lunes del año 2014: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. Lampadia