Por: Marcos Ibazeta Marino
Expreso, 17 de mayo de 2018
Expreso, 17 de mayo de 2018
La semana pasada no pude hacer llegar el texto de esta columna al periódico porque, por increíble que parezca, a veinte minutos de Huaraz no existía una cabina de internet a la vista y la señal que llegaba era demasiado débil.
Fuimos a Huaraz pensando encontrar una ciudad pujante en desarrollo urbano, comercial e industrial, con circuitos turísticos modernos e instalaciones para masivas visitas. En realidad fue una gran decepción ver que en el interior del país la riqueza generada por el canon minero no produjo cambios espectaculares. Al contrario, a decir de la población, lo que más produjo fue autoridades regionales y locales perseguidos por la justicia por enormes latrocinios, impunes hasta la fecha.
La carretera de Pativilca hasta Huaraz se halla en perfectas condiciones, tal como estaba hace veinte años, pero no cuenta con ningún servicio de ruta, ni de auxilio rápido con postas y teléfonos y menos con baños públicos y demás servicios higiénicos.
Los pueblos, desde Chasquitambo hasta Conococha, parecen haberse detenido en el tiempo, aunque la novedad se halla en Raquia, en cuya primera curva de ascenso hay un pequeño monumento al Robin Hood de la zona, el famoso bandolero Luis Pardo, cuyo nombre también identifica al puente previo a la curva.
La carretera entre Yungay y Casma sigue siendo un camino de herradura con lo cual se desdeña el potencial comercial entre los pueblos del Callejón de Huaylas y Casma pasando por Quillo, a través de la Cordillera Negra. La subida a Llanganuco para disfrutar de sus dos hermosas lagunas y el impresionante paisaje que las rodea, sigue siendo una especie de trocha sin asfaltar, no encontrándose en la ruta ningún lugar decente para tomar algún refrigerio, salvo en la casa donde se pagan los boletos de ingreso, donde se puede conseguir algún choclo con queso, y ni hablar de la subida a la laguna de Parón: en suma, un desperdicio de su capacidad turística.
Hace unos años construyeron una carretera hasta Chavín de Huántar, la que se destruyó en un año según los pobladores. Ahora que al parecer la concesionaron, tiene una pista asfaltada hasta el túnel que divide la vertiente pero que pronto llegará al centro arqueológico, pero el resto del Callejón de Conchucos está abandonado.
¿Cómo explicar a nuestros hijos el atraso y la pobreza que subsiste teniendo las arcas llenas de dinero? La corrupción exige una respuesta más drástica.