Para defenderse de los ataques del Imperio contra la «soberanía regional», Evo Morales propuso crear las Fuerzas Armadas del ALBA un día antes de la XII Cumbre que Rafael Correa convocó en Guayaquil (28.7.2013) para proyectarse como heredero del «Comandante Eterno» y con el objetivo de adoptar una posición común frente a la Alianza del Pacífico. «Se enfrentan dos visiones del mundo: el neoliberalismo, el libre comercio, y aquellos que creemos en el socialismo», dijo Correa.
Los presidentes albistas -más el de Uruguay- venían de celebrar el 60º aniversario del castrismo en Cuba, donde glorificaron una revolución «que nunca ha estado equivocada» (Evo) y sigue siendo «ese faro de luz llamado Fidel» (Maduro). La fiesta bolivariana continuó en la «Cumbre Antiimperialista y Anticolonial de los Pueblos de América Latina y el mundo» (Cochabamba, 2.8.2013), un acto de manipulación de masas donde Morales y Correa encendieron a la muchedumbre indígena con el peligro del Gran Satán y el acoso de sus tentáculos en el vecindario: los socios de la siniestra Alianza del Pacífico. La fiebre colectiva se tradujo en torrentes de palabras, estrategias defensivas y decisiones desmesuradas. Elevando a niveles epopéyicos el incidente europeo del avión del presidente boliviano, se resolvió «Nominar y declarar al hermano Evo (…) defensor y líder mundial de la soberanía, dignidad e identidad de los pueblos del mundo». Premio al mártir altiplánico.
La creación del enemigo es un dogma del catecismo fascista; y no es novedad que el Imperio y el Capital sean las dos cabezas del Demonio que los movimientos sociales quieren cortar. Lo inquietante es que ahora nos sindiquen como instrumentos del Maligno. Según el excoronel Quintana, el ministro más poderoso de Morales, «es importante recordar que la estrategia de la Alianza del Pacífico no es solamente una estrategia de tipo comercial, es una estrategia política y militar». Buscan «convertir a las fuerzas armadas en gendarmes del modelo económico y del nuevo modelo político» con el objetivo de «debilitar la fuerza de estos procesos revolucionarios» (AFP, 17.7.13).
La «Estrategia 2» aprobada en Cochabamba (ver la Declaración en http://alainet.org/active/66173) caracteriza a la AP como la «contraofensiva» de un «lineamiento geopolítico para reposicionar la dominación imperial», apropiarse de los recursos naturales y restituir el neoliberalismo mediante TLCs que crean «dependencia económica y política». La macabra conjura está atada al «guerrerismo» de la OTAN, que quiere poner una cabeza de playa en Colombia, y a la presencia de la DEA, evidencia flagrante del sometimiento a Washington para eliminar a los cocaleros que siembran la planta sagrada de la Pachamama.
Lo único sorprendente de esta palabrería es releerla en pleno siglo XXI, cuando solo los tontos pueden creer en ella. Sí preocupan, en cambio, los medios propuestos para repeler la agresión imaginaria de los miembros de la AP. Menciono tres del extenso muestrario: Consejos de Defensa antiimperialistas, Asambleas Constituyentes para «fundar estados plurinacionales en todos los países latinoamericanos», control social de «la dictadura de los negocios de la comunicación» (prensa libre). Son acciones que superan la capacidad operativa de los «movimientos sociales» y que no podrían ejecutarse sin la participación de los gobiernos.
¿Es solo una bravuconada de dos presidentes vitalicios -Morales y Correa- que avizoran el declive de Maduro y pretenden liderar el ALBA? ¿Los acompaña el Foro de Sao Paulo? ¿A qué otros gobiernos preocupa el despunte de la Alianza del Pacífico? Las amenazas de Cochabamba (http://alainet.org/active/66173) no pueden ser imprudentemente ignoradas por sus inocentes destinatarios.
Publicado por Correo, 11 de agosto del 2013