Elmer Cuba, Economista
El Comercio, 29 de julio de 2017
En lo económico, el primer año del gobierno de Peruanos por el Kambio dejó mucho que desear. En los primeros cuatro trimestres de la nueva administración, la inversión pública cayó en promedio cerca de 8%, mientras que el consumo público lo hizo en 5,5%. Con esta política fiscal, tan extraña al inicio de un gobierno políticamente débil, era de esperarse un golpe al ritmo de la actividad económica.
Tampoco se pudieron sostener las elevadas expectativas empresariales que se alcanzaron luego del mensaje presidencial de hace un año. Así, la inversión privada cayó cerca de 5,5% en el período en mención. De no ser por las exportaciones reales, que avanzaron cerca de 10% en el mismo lapso, el PBI hubiese crecido al mismo ritmo que la demanda interna, un deplorable 0,5% en el primer año de gobierno. Nada de eso se esperaba en julio del 2016.
Si usamos una definición estándar de recesión, un cuadro de dos trimestres de caídas del PBI (desestacionalizado) junto con una lentitud manifiesta en la creación neta de empleos y de la evolución del crédito bancario, diríamos que hemos sufrido una cuasi recesión entre el cuarto trimestre del año pasado y el primer trimestre de este año. El primero explicado por un ajuste fiscal hecho en casa y el segundo por el fenómeno de El Niño costero y el Caso Lava Jato (que en el Perú explotó en enero).
Afortunadamente, ya estaría terminando este miniepisodio recesivo. Los indicadores desestacionalizados del segundo trimestre (contra el primero) ya muestran un rebote, y se espera que el tercer trimestre mantenga ese ritmo. Estamos así entrando en lo que se conoce como una recuperación cíclica. El cuarto trimestre del 2017 estaría consolidando esta recuperación, ya en términos anualizados. Sin embargo, si no se aprovecha el momento, con medidas de más largo alcance, la economía podría incluso llegar a crecer el 4% en el 2018 proyectado por el presidente Kuczynski este 28, pero no sostendría ese ritmo desde el 2019 en adelante.
Aquí es donde se necesitan políticas conversadas con el Congreso. La corrupción, la inseguridad ciudadana, la mala educación y la mala salud, además de afectar el bienestar de los peruanos, encarecen la producción de bienes y servicios. Nos hacen menos eficientes, menos competitivos, más caros. Y ello, por supuesto, nos aleja de triunfar en la globalización y avanzar en la creación de riqueza.
Es en estos temas cruciales donde se juegan el presente y el futuro cercano de los peruanos y peruanas. De eso se ha oído poco.
Respecto al mensaje presidencial, el de hace un año tomó el complejo problema de la informalidad casi como la bandera de la nueva administración. Incluso en esa ocasión se anunció la meta para el 2021: duplicar la formalización laboral (de 30% al 60%). Se creía que era un tema del IGV y de impuestos a la renta. Y que tal vez con ello bastaba para la formalización de las relaciones laborales…
En esta oportunidad el tema pasó a tercer plano. El Consejo Nacional del Trabajo verá la informalidad laboral. Ya no estamos en tiempos de campaña política. Son tiempos de gobernar.
En cuanto a la lucha contra la pobreza, el año pasado se anunció la meta de llevar la tasa de 22% a 10%. Ahora se ha establecido una meta menos ambiciosa, llevarla a 15%.
Sobre formalización y pobreza, temas centrales para la sociedad peruana, las cifras no pueden cambiar tanto en solo un año. Ello denota algo de ligereza en un gobierno que se anunciaba como tecnocrático.
Gran parte de los pocos avances que se han escuchado este 28 habrían sido fruto de la cumbre realizada hace unas semanas entre el Ejecutivo y el principal partido de oposición. Nos referimos a la reforma del Consejo Nacional de la Magistratura, el fortalecimiento de la Contraloría General de la República y de la Sunafil, los temas de tratamiento de agua y residuos y las facilidades para al avance de obras de infraestructura (expropiación de inmuebles).
La economía peruana es fuerte y está, en general, mejor manejada que muchos países de la región. Sin embargo, la estabilidad macroeconómica y las reformas estructurales de hace 25 años no bastan para seguir creciendo al ritmo necesario para salir del subdesarrollo como economía y como sociedad. Los responsables de llevarnos por mejores rumbos son los políticos. En general, las buenas políticas son producidas por buenos políticos. Como ha pedido el presidente al final de su discurso, todo con un espíritu constructivo y propuestas.