Por: Bruno Merino Canales
Estudiante de Relaciones Internacionales de 21 años
Para Lampadia
Desde el ascenso del nuevo gobierno bastante se ha hablado de sus muchas figuras relevantes, del conflicto de intereses y de que esto podría desembocar en una moderación de este. Suena lógico, pero no hemos de asumir nada.
Tenemos al presidente Castillo, según algunos bien intencionado pero ingenuo, al otrora Premier Guido Bellido, personaje polémico y atrevido (incluso hasta vulgar), al igualmente polémico y extremista Guillermo Bermejo y por último al maquiavélico director de la orquesta, el jefe del partido Vladimir Cerrón. Egos en aquellos cuatro ya se han visto y conflictos privados como públicos.
Se augura la caída de Cerrón y Bermejo por sus problemas legales y que Castillo podría ser cautivado por una izquierda menos radical, menos socialista y más progresista que representaría el circulo de Veronika Mendoza. Junto con la caída de Bellido en la irrelevancia, sin embarco con auges y caídas y conflictos o acuerdos, aquel objetivo primordial del gobierno, el cambio de la Constitución se mantendría en pie, perdiendo así a todos los que nos oponemos.
Ministros pueden ir y venir, no son mas que rostros cambiantes, el presidente dirá y se desdirá, es ya su estilo, pero aquella nociva meta se mantiene en pie y quienes creyeran que claudicarán y buscarán consensos son mas ingenuos que el mismo presidente.
La historia de la humanidad, tan vasta como ella sola, nos deja un ejemplo algo similar, la serie de eventos que llevaron a la caída de la República Romana, marcados en la cultura popular como arquetipo de la caída de una democracia.
Los libertadores, defensores de las formas tradicionales y legales del gobierno romano acababan de asesinar a Julio César, quien se había ganado a las masas con dadivas, victorias y promesas, una técnica no muy ajena a nuestra situación diría yo, dejando a sus seguidores divididos entre el heredero de César, Octavio, y su mano derecha, Marco Antonio.
El conflicto entre aquellos dos no se hizo esperar y los libertadores y sus aliados como el conocido Marco Tulio Cicerón pensaron tener en sus manos la gran oportunidad de que sus enemigos se autodestruyan. El senado romano apoyo a Octavio, este regresó a Roma de la batalla, victorioso, y lo primero que hizo fue tomar el poder, tiempo después de reconciliarse con Marco Antonio y luego proceder a perseguir a los libertadores llegando incluso al asesinato del Cicerón y muchos otros.
Octavio como sabemos luego acabaría con Marco Antonio en Egipto y con el nombre de Augusto establecería una autocracia que duraría siglos mientras que el Senado caería en la irrelevancia hasta su eventual desaparición junto a la república y sus libertadores yaciendo en tumbas.
Puedo decir yo que un hombre inteligente aprende de sus errores, pero un hombre sabio aprende de los errores de otros, la historia nos precede como guía de errores y aciertos, no es momento de no ser sabios. Lampadia