En los países más pobres sus habitantes destinan casi la mitad de su gasto a alimentación. Cuando un país crece y se desarrolla esta proporción cae, dejando libre una mayor parte del presupuesto personal para satisfacer otras necesidaes (salud, educación, ocio y otras). En el Perú con el incremento del ingreso de los últimos lustros, este porcentaje disminuyó de 45% a 37%.
A mayores ingresos personales, se gasta menos, proporcionalmente, en alimentación. Así, un hogar de bajos recursos tendrá que destinar cerca de la mitad de sus gastos a alimentación. A medida que el ingreso se incrementa este porcentaje disminuye, liberando recursos para otros gastos, como salud, eduación, transporte, vivienda y ocio. El siguiente gráfico elaborado por la Fundación Bill & Belinda Gates, nos presenta dos realidades distintas: mientras que en Kenia, con un gasto per cápita anual de US$ 541, se destina el 44.9% en comida, en Estados Unidos, con un gasto anual de US$ 32,000, solo se destina el 6.2%. Obviamente, esto es consecuencia directa del nivel de ingresos.
Esta correlación, también se ha manifestado en Perú tras su reciente crecimiento económico, tal y como lo refleja la evolución de la Canasta de Consumo Familiar en Lima Metropolitana (elaborada por el INEI). Mientras que en 1979 los alimentos representaban el 45.9% de total del consumo, este cayó a 37.9% en 2009.
Los países de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) muestran un mejor desempeño económico en América Latina, debido a su política económica y comercial. Los resultados de este grupo muestran que Perú aún se halla a la cola debido a su menor capacidad de consumo en relación a sus pares, pero en la medida que la economía siga creciendo y alcance el desarrollo, no cabe duda que el peso del gasto en alimentos dentro del presupuesto familiar peruano irá cayendo, permitiendo una mayor capacidad para cubrir otras necesidades. Lampadia