Presentamos un resumen de las posiciones de ocho analistas políticos chilenos sobre la coyuntura política de Chile y también, en algún caso del Perú.
Estas reflexiones son muy interesantes para nuestra propia realidad.
Como una primera aproximación al análisis político, y procurando afinar el observador para los próximos eventos políticos en Chile y Perú, se hace llegar la síntesis de lo planteado recientemente por 8 cientístas políticos de renombre. No se trata de predicciones electorales, sino que de análisis más de fondo, sobre la naturaleza de la crisis, las fuerzas en pugna y las contradicciones por resolver.
Los resúmenes incluidos dan una idea de lo que plantea cada politólogo (como verán hay bastantes coincidencias a pesar de que algunos son de derecha y otros de izquierda).
Gonzalo Cordero, Libertad y Desarrollo
Cordero llama con urgencia la atención sobre valor de las instituciones, según él, el último recurso de las sociedades civilizadas ante la asonada del populismo. Las instituciones, para Cordero, son el mecanismo social que permite procesar los conflictos sin recurrir a la violencia. En sus palabras: “Las sociedades no se dividen entre las que padecen la violencia, el odio o la barbarie y las que no; allí donde está el ser humano aparece todo esto, lo que importa es la manera en que cada grupo socialmente organizado enfrenta sus miserias y procesa las amenazas que, desde sus bordes, corroen la forma de convivencia civilizada”. ¿Cuáles son las principales amenazas? La violencia, el fanatismo y el impulso atávico de sometimiento al que piensa distinto o se le reconoce como alguien diferente. En este sentido, según Cordero, “en los últimos años los chilenos hemos retrocedido una enormidad en el grado de validación de la violencia. Ha vuelto a emerger una izquierda mesiánica, con un discurso maniqueo que explica los procesos sociales desde la lógica de buenos y malos, poderosos y débiles, abusadores y abusados, toda una dialéctica que, en el fondo, deja de entender la política como una manera racional de procesar las diferencias, para convertirla en un campo de batalla entre fuerzas que no se reconocen como equivalentes éticamente”.
Enrique Correa, Imaginacción
Correa pronostica luces y sombras en un escenario incierto en el cual hay algunas señales positivas que no deben pasar inobservadas en un cuadro repleto de peligros. En primer lugar, Correa caracteriza la crisis como una crisis de confianza. Valora, sin embargo, en medio del recelo predominante, el desarrollo de “tres confianzas”. “En las vacunas, en la convención constituyente de la cual, la gente piensa que podría salir algo mejor para su vida y para el país y en el sistema electoral”. En segundo lugar, observa que si bien la economía se recupera y es probablemente auspiciosa para 2021-22, esta carece de un horizonte de crecimiento sostenido de largo plazo. En tercer lugar, al analizar la situación social hace hincapié en la situación de fragilidad de las capas medias. Esta fragilidad, que según Correa, es el meollo de la crisis, es de una enorme seriedad: “la base inferior de la clase media ha sido la base de nuestra estabilidad social y fue también el origen del inmenso apoyo que tuvo el estallido social en su momento”. En cuarto lugar, anota la descomposición del espacio político por el populismo, algo gravísimo puesto que socava los canales institucionales (civilizados) para salir de la crisis. En quinto lugar, vaticina que «si la centroizquierda no abandona su inclinación hacia la izquierda, la izquierda más dura será la que pasará a segunda vuelta y ganará la derecha, probablemente Lavín”. En sexto ligar, al analizar la situación en la Araucanía sostiene que “no hay otro camino que uno que combine diálogo y seguridad”. Finalmente, en séptimo y octavo lugar, llama la atención sobre los peligros del narcotráfico y concluye alertando sobre lo fatal que sería la persistencia del populismo.
Cristina Bitar, Azerta
Bitar hace una comparación entre Perú y Chile. Para ella, “los problemas políticos en Perú no empezaron con esta elección. Una de las principales características del sistema peruano es la completa desaparición de los partidos políticos… las fuerzas políticas en el Perú están atomizadas y obedecen más a liderazgos personales que a órdenes de partido. Esta realidad, nacida en los tiempos de Alberto Fujimori, sumado a un semipresidencialismo mal diseñado y a un Congreso unicameral, genera la receta perfecta para una política sin rumbo y sin propuestas. En Perú no gana nadie, sino que algunos pierden por menos que otros”. Si bien en Chile se observa una tendencia en la misma dirección y hay una enorme desconexión entre la ciudadanía y las élites, “aún contamos con un par de salvavidas que nos permiten ser menos pesimistas… nuestras fuerzas políticas parecieran ser más conscientes de la necesidad de tener proyectos comunes”. No obstante, el proceso constituyente abre la puerta a las instituciones chilenas cambien en formas insospechadas. La realidad del Perú no es la nuestra… pero podría serlo en el futuro.
Daniel Mansuy, IES y Universidad de Los Andes
La izquierda populista, con Pamela Jiles a la cabeza, ha venido a copar el vacío que han dejado los políticos que por años han renunciado a hacer su trabajo: hacer política. Para Mansuy, Jiles “desafía y vence sistemáticamente allí donde ha fracasado la mediación política… ha sido capaz de someter a todo el sistema, obligándolo a seguir su ritmo y sus tiempos… parlamentarios experimentados, zorros viejos y autoridades de todos los pelajes y colores han aceptado bailar su música. La explicación es muy simple: dado que estos dirigentes han dejado de creer en la política, le han regalado un espacio virtualmente infinito”. ¿Cómo salir de este atolladero? Mansuy sostiene que está revigorizando la política y destaca dos instancias de optimismo. En primer lugar, la Convención constitucional, en la medida que se asuma su “carácter representativo” y se entienda que no será el pueblo quien escriba directamente la Constitución, sino un puñado de dirigentes electos. Advierte que si bien “es deseable que haya mecanismos de participación ciudadana, ellos no podrán reemplazar la deliberación política de la Convención, porque no existe la voluntad del pueblo sin mediación”. Y en segundo lugar, el inicio de un dialogo entre el Presidente de la República y la Presidenta del Senado: “La reunión entre el primer mandatario y los presidentes de las ramas legislativas es otro buen ejemplo de cómo podría restituirse este principio. Yasna Provoste comprendió la situación a cabalidad y por eso es la mejor Presidenta que ha tenido el Senado en mucho tiempo, más allá de las diferencias políticas que cada cual pueda tener con ella”. Finalmente, destaca la responsabilidad histórica de la izquierda democrática para salir de la crisis: “Si se quiere, hay una línea divisoria entre las dos oposiciones. Por un lado, quienes quieren derrocar al Presidente electo democráticamente y, por otro lado, quienes piensan que esta crisis requiere diálogo y conducción política. Será interesante ver, por ejemplo, cómo se plantea Gabriel Boric en esa disyuntiva”.
Patricio Navia, PoliCi New York University, UDP y El Líbero
Para Navia, el gran fracaso de Piñera reside en que “aunque gobernó por dos periodos, no logró construir un nuevo modelo de derecha para Chile”. Más precisamente, sus gobiernos carecieron de un proyecto país atractivo para un número lo suficientemente amplio de personas: “su foco más centrado en el crecimiento que en el desarrollo —y los datos más bien discretos de desempeño económico— terminaron por diluir la promesa de la derecha construiría un mejor país que el que había logrado construir la coalición centroizquierdista de la Concertación. Al final, Piñera terminó siendo una mala copia de lo que fueron los primeros cuatro gobiernos concertacionistas”. Este mal desempeño deja a la derecha en mal pie para la Convención constitucional, lo que podría dejarnos con una nueva Constitución compuesta de utopías de izquierda a favor de un estado gigante benefactor que dirija los destinos y la economía del país. Con todo, Navia ve una razón cultural que debiese generar optimismo en la derecha. Para él, “el modelo de sociedad basado en mercados competitivos es mucho más popular en Chile que las propuestas de una economía donde el Estado es el actor principal”. En otras palabras, “el sueño de país que tiene la mayoría de los chilenos sigue estando más cerca de los postulados de la derecha que de lo que quiere hacer la izquierda. Por eso, aunque el presente se vea oscuro, el futuro de la derecha parece más promisorio que el de la izquierda en Chile”.
Pablo Ortúzar, IES y Universidad de Chile
Las élites chilenas han ido alcanzando niveles de polarización altamente preocupantes, esto en el contexto de una crisis social originada por el descalce entre el peso de la nueva clase media en la sociedad y las instituciones nacionales, “que (se) quedaron ancladas en un país simplemente de pobres y ricos. Parece haberse llegado al final de una escalera que ayudó a millones de chilenos a subir, pero que hoy ofrece sólo bajar”. Para superar la crisis, propone Ortúzar, hay que realizar “reformas sociales que redistribuyan de mejor manera los espacios de poder y autoridad. Pero para realizar esa distribución por medios distintos a la guerra, se necesita un lenguaje común que permita negociar los acuerdos, tratando de orientarlos hacia medidas de justicia generales que beneficien al conjunto de la población”. Sin embargo, advierte, “tanto la izquierda como la derecha democrática deben dejar de entenderse como portaestandartes de todo lo universalmente bueno, justo y correcto. No lo son, y si insisten en ese camino, terminaremos en un escenario de guerra civil”. Para superar la crisis se necesitará una derecha democrática interesada por el Estado y sus instituciones y no que solo repite que “hay que cortar grasa” para luego rellenar con la “grasa” propia una vez que se hace del poder. Del mismo modo, se necesitará de una izquierda democrática que comprenda bien el funcionamiento de los mercados y sus instituciones.
Eugenio Tironi, Tironi y Asociados
Para el sociólogo la crisis social tiene sus raíces en un modelo de éxito centrado en el logro individual que se ve frustrado, y en el choque cultural entre la generalización de la aspiración a un trato igualitario y la segregación practicada por la elite oligárquica. Según Tironi, por un lado en Chile se construyó “un modelo basado en la idea del mérito, en el esfuerzo individual, en las soluciones individuales, y el que no calzaba o entraba, estaba condenado a ser calificado como fracasado, como incompetente, y se fue creando una suerte de coalición de frustración, de sensación de fracaso, que fue la base … de las fuerzas que se alzaron contra el sistema”. Y por otra parte se ha generalizado “una cultura igualitaria, en parte por la escolaridad, en parte por las redes sociales, por las experiencias que todos tenemos en la vida cotidiana, y que se topa con una cultura y una estructura oligárquica que frustra esa aspiración. Esto se nota muy fuertemente también cuando sube este gobierno, con el estilo del presidente, la historia del presidente de la República, el equipo que lo rodea, que da la sensación de que vive en una cápsula que es totalmente ajena a la vida cotidiana de la gente”. Para Tironi la superación de la crisis es política y centra esperanzas en la Convención Constitucional. Con todo, advierte que la violencia “no va a desaparecer de un día a otro, vamos a tener que irla conteniendo, vamos a tener que ir canalizándola, no va a extinguirse de un momento a otro porque eso podría significar un tipo de represión que provocaría heridas realmente irreconciliables”.
Lisa Zanotti y Luis Sandoval, UDP
Jiles ha sido tildada de populista y comparada con líderes como Donald Trump. Sin embargo, ¿es realmente Pamela Jiles un fenómeno político populista? Para Zanotti y Sandoval no lo es. Para estos cientistas políticos, el planteamiento de Jiles “no coincide con los populismos de izquierda y con la construcción de un pueblo como sujeto político emancipador asociado a diferentes movimientos sociales y su historia”. Para Zanotti y Sandoval, con Evo Morales en mente como paradigma populista, “la construcción discursiva del pueblo de Jiles coincide más con la demagogia. Esta última, definida como promesas oportunistas y difícilmente realizables para atraer electoralmente al pueblo, que carece de aspiraciones de “construcción” de un proyecto político específico ligado a la noción de pueblo”.
Lampadia