Por: Carlos Meléndez
Perú21, 4 de abril de 2020
Diversos analistas han calificado como “populista” a la tendencia generalizada del Congreso de la República a proponer leyes pensadas en el beneficio inmediato de los ciudadanos, aunque las mismas riñan con criterios técnicos. La iniciativa de retiro de fondos de las AFP es la de mayor notoriedad, pero no la única. No es materia de esta columna juzgar la idoneidad de las propuestas, pero sí entender la fiebre “populista” que parece contagiarse con la misma facilidad que el coronavirus, entre los padres y madres de la patria.
Esta actitud “populista” no se explica solo por ambiciones electoreras dada la cercanía de la campaña de 2021, sino por razones de fondo, más profundas: problemas de agregación de intereses. Estas permiten entender el sesgo pro-Estado del vigente Congreso y, lo más probable, del próximo.
Los congresistas flotan sobre los electores. No hay vínculo estable que los comunique. Sin partidos ni organizaciones sociales intermedias, no se forman conexiones entre las preferencias de una población mayoritariamente informal y sus representantes. Así, los parlamentarios tienen que adivinar lo que quieren estas mayorías (o fiarse de encuestas) para responder a ellas y rehúsan, con ello, la posibilidad de guiar a su electorado. Porque una sociedad informal no provee las herramientas ni los espacios para hacerlo.
Por otro lado, los procesos electorales ya no garantizan legitimidad. Los representantes han de granjeársela todos los días. Y pues, entre la legitimidad populista y la tecnocrática, la primera es más sencilla. Sobre todo, porque no tienen a quien responder, más allá de un tuit o un meme. Un Congreso desprestigiado como institución y un periodo de pocos meses, tampoco incentivan la responsabilidad. Los actuales congresistas son turistas del hemiciclo en temporada baja.
Los poderes económicos también andan desconectados de las élites políticas. ¿Quién me trae a un congresista pro-mercado? Sus gremios han perdido capacidad de influencia ante la representación nacional. Sin pepekausas ni apristas, y con los fujimoristas desprestigiados, los actores pro-mercado no tienen quien los defienda. El “modelo” ha quedado huérfano de escuderos y la pampa, libre para sus rivales ideológicos.
Un Congreso “populista” es el producto de un serio problema de agregación de intereses. Así, la legislación se basa en una suposición popular, cortoplacista y demagógica de satisfacción inmediata de necesidades básicas y morales, despreciando aquellos beneficios que requieren del largo plazo, la pausa y la planificación. Y la emergencia resultante de la pandemia del COVID-19 ha agudizado la alta demanda de papá gobierno.