Jaime de Althaus
Para Lampadia
Hay una diferencia entre el Perú actual y la Venezuela del momento en que llegó al poder Hugo Chávez: aquí hemos tenido un crecimiento económico sostenido en los últimos 30 años. En el terreno económico, el modelo ha funcionado pese a la ralentización de los últimos 8 años. Entonces no sería racional cambiar sus componentes esenciales, y menos aún por políticas que no funcionan.
Por eso, y para detener la fuerte fuga de capitales en curso ante la perspectiva de que se imponga lo irracional, Pedro Castillo parece haberle confiado a Pedro Francke, Oscar Dancourt y el equipo de Nuevo Perú, la formulación de la política económica. Cómo será el panorama para que Pedro Francke y compañía puedan ser vistos como esperanza de moderación económica.
Francke está intentando despejar los peores temores: no habrá estatizaciones ni confiscación de ahorros ni control de cambios ni afectación de la autonomía del BCR (aunque habría que ver a quién se nombra como su presidente). Lo que sí habría son mayores impuestos o regalías a la minería para captar parte de las “sobre ganancias”, y de ninguna manera saldrán Tía María ni Conga, entre algunas otras medidas.
El problema acá es que el propio Francke plantea una contra medida económica, que anularía la potencia de su programa: el famoso referéndum para ir a una asamblea constitucional. Esa es la mejor receta para que fracase cualquier programa de recuperación y crecimiento económico. Es decir, para anular con una mano lo que se quiere construir con la otra.
Porque es cierto que distribuyendo bonos familiares, créditos baratos y dinero a las municipalidades para pequeñas obras podría lograr una cierta reactivación de demanda, pero ese esfuerzo no será sostenible si no viene acompañado de una fuerte recuperación de la inversión privada, que no se producirá mientras exista incertidumbre y temor acerca de qué reglas de juego puedan salir de una nueva Constitución. Si en su contenido se aplica el mismo guion que se ha seguido para lanzarla, el resultado no tiene sorpresas.
Porque, como sabemos, ese es un guion internacional, bolivariano, que termina en constituciones reeleccionistas e intervencionistas, y que probablemente proveerá asesoría política y de inteligencia a un eventual gobierno de Castillo. El Perú, como sabemos, tiene una posición geopolítica estratégica y sus recursos son bocado apetitoso para países que hoy sufren las consecuencias económicas del propio modelo que han aplicado.
Lo que generaría un círculo vicioso porque si la recuperación no es sostenible por falta de inversión privada, se acentuarán las presiones para desplazar al equipo económico moderado y el gobierno caerá en la tentación de radicalizar las políticas para mantener niveles de popularidad. Allí ingresamos al círculo vicioso venezolano. Al populismo económico y político que a agravan mutuamente.
Será muy importante entonces, si se confirma el triunfo del candidato de Perú Libre, que la oposición y la opinión pública estén muy atentas a lograr que el presidente entrante se atenga realmente al juramento de la Proclama Ciudadana y encauce cualquier proyecto de modificación constitucional por las vías legales y constitucionales. Eso será clave. Lampadia