Ha muerto Nelson Mandela, uno de los gigantes del siglo XX. El legado del Premio Nobel de la Paz puede ser estudiado, prácticamente, desde todas las disciplinas sociales, pero lo más resaltante de su obra es su capacidad de liderar la construcción de una nación, empantanada por las décadas del Apartheid y de una sistemática violación de los derechos humanos de la población negra por parte de las minorías blancas. Cuando Mandela salió de prisión, luego de 27 años de reclusión, ya había establecido las bases de una transición política con el presidente blanco Frederik Willem deKlerk, pero el país estaba al borde de la guerra civil. Las mayorías negras se enfrentaban al poder político, económico y militar (fuerzas armadas y policías) que detentaban las minorías blancas. Se puede decir que, sin lugar a dudas, había dos poderes frente a frente. ¿Qué hizo Mandela para construir la paz? Ofreció perdón a cambio de verdad.
Cuando se inicia la transición a la democracia con el fin del Apartheid en Sudáfrica habían dos claras opciones: que la mayoría negra buscara revancha contra la minoría blanca o que los dos bandos iniciaran un camino de reconciliación sobre la base del olvido, objetivo de los blancos. La derrota política y final de la minoría blanca, conllevaba el riesgo de la guerra civil. El segundo camino, sin ninguna condición, implicaba el simple olvido y la impunidad de las violaciones de Derechos Humanos. ¿Qué hizo Mandela para resolver esta encrucijada histórica? Se sabe que, durante una reunión con los generales del Ejército sudafricano, Mandela, ya convertido en Presidente, concluyó en que había que evitar a toda costa la guerra civil y planteó la propuesta: Se otorgaría amnistía a cualquier militar o persona que había violado los Derechos Humanos a cambio de que contara la verdad de la tragedia. Es decir, la amnistía a cambio de verdad, se convirtió en la fórmula.
Así nació la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica, la primera de la historia, que inició uno de los procesos de reconciliación nacional más impresionantes de la humanidad. Durante las audiencias públicas de la Comisión,se desarrollaron testimonios desgarradores. El torturador o asesino frente a la tribu de la víctima caía de rodillas implorando perdón a los familiares y, a veces, llegaban a besar los pies de la madre del desaparecido. Se conocen de muchos casos en que victimarios y familiares de las víctimas se abrazaban llorando y perdonándose. Con esas imágenes nació el nuevo Sudáfrica como potencia económica mundial, uno de los BRICS, y como democracia africana donde florecen todas las libertades que hoy conoce la humanidad.
El legado de Mandela no solo engrandece los valores de la propia condición humana sino que nos demuestra cuán gigantesca puede ser la contribución de la política para evitar guerras, derramamientos de sangre, construir naciones, edificar democracias y permitir que florezcan las libertades.
Aquí, en el Perú, al margen de adhesiones y rechazos, la Comisión de la Verdad peruana copió los nombres y los títulos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica, pero antes que fomentar acuerdos,creó el espacio para enfrentamientos y lamentablemente, su tarea, terminó en una mayor polarización. Las divergencias se ahondaron no obstante que aquí no hubo Apartheid y no hubo dos bandos enfrentados sino, por el contrario, existía un Perú unido, galvanizado, en contra de la vesania del terrorismo de Sendero Luminoso y del MRTA. ¿Por qué se fomentó el enfrentamiento? Por la sencilla razón de que la izquierda con su “Ni olvido ni perdón” se negó a seguir los ejemplos de Mandela, del gran Madiba –tal como se le decía por su nombre tribal-, y con esa conducta generó enfrentamientos que antes no existían, que nunca debieron existir.
Mandela es tan grande, tan gigante, que, incluso, quienes niegan en la práctica sus enseñanzas pretenden hoy día apropiarse de su legado. Hemos dicho que Nelson Mandela fue una gloria del siglo XX, en verdad, ¡es una gloria de la humanidad! Lampadia