A mediados del 2007, Hillary Clinton, analizaba las primeras acciones de su auspiciosa campaña presidencial. Los números de las encuestadoras la proyectaban no sólo como la segura candidata del Partido Demócrata sino como la futura presidenta de los Estados Unidos para el período 2009 – 2012. Con una altísima popularidad, luego de haber sido la esposa del presidente Bill Clinton, y haber sido elegida senadora por New York, Hillary contaba con experiencia, fama, inteligencia y dinero. Luego de ocho años de gobierno Republicano parecía que la alternancia pondría a un Demócrata en la Casa Blanca pero sobre todo a ella como la primera mujer presidenta de la primera potencia económica y militar del planeta.
Barack Obama, en ese entonces de 45 años y con sólo dos de experiencia como senador, aparecía en el firmamento político estadounidense casi como un desconocido que, en todo caso, serviría para poner color y matizar lo que muchos expertos presagiaban como un indetenible triunfo del “stablishment”.
Lanzados ambos en busca de la nominación partidaria fue evidente la diferencia de estrategias pero sobre todo del peso de la innovación en sus campañas. Hillary se movió en el terreno tradicional de los mítines, las reuniones con personalidades mundiales y la cobertura mediática de todo cuanto hacia. Eso, decían, bastaba para ganar. Barack, por su parte, apostó por el contacto personal y por una tecnología que recién aparecía: las redes sociales.
A mediados del 2007 Facebook apenas superaba los 50 millones de usuarios, el Blackberry era lo más high tech, Twitter no era conocido por nadie y el Iphone vendía recién su primera unidad. Sin embargo la innovación y la tecnología dispararon software, hardware y el desarrollo de aplicaciones; y sentaron las bases de una nueva forma de hacer política.
Cuando a principios del 2008 los asesores del matrimonio Clinton avizoraron con preocupación el crecimiento de ese candidato desconocido usando estas, todavía desconocidas, redes sociales y alertaron sobre el peligro, Hillary dijo una frase que definiría su posterior derrota electoral: “Nadie hace política por internet. La gente no está conectada”. El 4 de noviembre del 2008, Barack Obama ganó las elecciones en Estados Unidos por muchas razones pero es indudable que las redes sociales jugaron un papel fundamental.
Hoy Facebook supera las 1,100 millones de usuarios, Twitter tiene más de 500, Blackberry es historia y Iphone -de un Apple sin Jobs- pelea la supremacía con Galaxy -del sorprendente Samsung. El mundo ha visto en los últimos años las llamadas revoluciones del Twitter y del Facebook que han tenido a las redes sociales como catalizador. No ha importado la cultura, el nivel socio económico ni el lugar. La gente logra influir para cambiar las cosas.
Los políticos mediocres temen, por eso y en todas partes, a las redes sociales porque los ponen al descubierto. Los gobiernos corruptos son incomodados por el periodismo ciudadano y por la opinión pública que se fortalece al ritmo de un post o un tuit. La nueva lucha por el poder no es entre izquierdas y derechas; es entre informados y desinformados.
La nueva ideología se basa en la acumulación de conocimiento pero lo más importante es la velocidad la que provee el verdadero poder. Los jóvenes lo saben porque lo entienden y comprueban en su día a día. Buscan ideas y nuevos liderazgos pero sobre todo la verdad sin maquillajes. Lo hacen “tuiteando”, “gugleando”, “posteando”, “tageando” y “laikeando”. Las redes sociales traen, por todo ello, esperanza, luz y renovación.
Hoy se celebra en todo el mundo el día internacional de las redes sociales. Celebremos y convirtámonos en sus celosos guardianes. Las redes sociales no son más ni menos que personas y allí radica su poder, y por eso deben tener siempre a la liberad como condición para existir con dignidad.
Publicado en Expreso el 30 de junio del 2013