Por Mirko Lauer
(La República, 30 de Abril de 2015)
La gobernadora de Arequipa está en una batalla cuesta arriba por evitar que el conflicto en torno del proyecto minero Tía María se desborde. En ese esfuerzo ella viene reclamando ecuanimidad, una mayor presencia de congresistas elegidos por la región, y una cobertura periodística que tome en cuenta actos de violencia en ambas partes.
Esto la ha llevado a dos formas aparentemente contrapuestas de activismo. Una es reclamar un alto a los desmanes policiales, y la consiguiente investigación. La otra es pedir que se ponga freno a los ataques a hogares de personas que no apoyan la protesta. Ha tenido que colocar a algunas de estas familias bajo la protección de su gobierno.
En las redes, los trolls del bando anti-Southern ya acusan a Osorio de haberse vendido a Tía María. A casi todos los medios, incluso los neutros o los que simpatizan con el proyecto minero, les resultan más interesantes las noticias de infracciones cometidas por el Estado. Los refugiados por no apoyar la protesta simplemente no aparecen en páginas o pantallas.
Osorio ha asumido con seriedad su condición de máxima autoridad regional, y hace presencia en todos los intentos de llegar a soluciones, o siquiera treguas, mediante el diálogo. En esto no le ha ido bien. Los alcaldes de las zonas más movidas acaban de rechazar los intentos de diálogo de la gobernadora. Pero al menos los ministros de Estado siguen llegando.
Un primer, exasperado balance de la gobernadora ha sido que “la situación en el Valle de Tambo no da para más”. El manifestante muerto de un disparo, el incidente del miguelito sembrado, los ataques a domicilios privados, y la perspectiva de que todo esto se escale, forman un nudo que no parece fácil de desatar, y que presagia el fin de Tía María.
¿Qué le va a costar todo esto a Osorio? Su disposición a asumir cabalmente su condición de autoridad probablemente signifique una enemistad a largo plazo con los sectores radicales de su región, que ciertamente ya la ven como un estorbo. Que ciertamente no son, ni van a ser, solo los que circundan Tía María.
Los pedidos de ayuda de Osorio sirven para poner en foco una de las esenciales debilidades de la gobernación regional como institución. Esta debilidad consiste en que la población espera que su máxima autoridad se cuadre de plano con todas y cada una de las causas locales, sin discriminar respecto de lo que significa cada una de ellas.
Es por lo anterior que muchos gobernadores regionales se han visto arrastrados a liderar, en nombre de un regionalismo mal entendido, movilizaciones que luego los han liquidado políticamente. No es el caso de Osorio, y eso debe agradecerlo la población de Arequipa. Tanto la que está a favor de Tía María como la que está en contra.