Por: Carlos Milla Vidal, Ex presidente de la Cámara de Comercio del Cusco
El Comercio, 17 de junio de 2019
Este es el tercer artículo que publicamos sobre los mitos que se encuentran en el imaginario colectivo de nuestro país (antes publicamos los mitos del agro y el mito del agua). Y es que nos cuesta creer que el Perú está mejor que antes, que la pobreza se ha reducido, que nuestros potenciales son infinitos.
Preferimos ver el vaso medio vacío, seguimos las apocalípticas consignas que nos muestran un país inviable y ya sabemos quién impulsa esas ideas…
- “El campo siempre será pobre”.
- “La única agricultura posible es la de la autosubsistencia”
- “La única forma de salir de la pobreza es migrar a la ciudad”.
- “El Estado debe aumentar subsidios”.
- “Cada vez hay más desigualdad”. Cinco afirmaciones falsas, pero que alcanzan su legitimidad a fuerza de ser repetidas.
Nosotros preferimos ver el vaso medio lleno. Es cierto que llenar ese vaso no es tarea fácil pero, por eso mismo, cada paso que damos en pro del desarrollo y la igualdad social es algo que debemos empezar a valorar.
El ex presidente del BCR, el connotado economista Richard Webb coincide con nuestra percepción, pues manifiesta: “Si uno compara las cifras del ingreso de las familias, desde que empezó esta medición de la pobreza en el 2004, le ha ido mejor a las áreas rurales que a Lima”.
LAS ESTRATEGIAS PARA SALIR DE LA POBREZA
Ocupación territorial vertical
Los andinos se han reencontrado con la estrategia de ocupación territorial precolombina, es decir: buscar los recursos allí donde están, y estos están en diversas alturas. Un poblador del valle alto o cabecera de cuenca, es casi seguro que se mueve entre la puna, donde tendrá algún cultivo, y el valle bajo, donde una chacrita de maíz le garantizará tener “para la chicha” y esta, para reciprocar el trabajo de sus vecinos, y socializar.
Si antes en la puna solo encontraba papas, ahora siembra truchas en las lagunas. Esto los provee de proteínas, pero lo más importante es crear, desarrollar y articularse a los mercados.
Buscar nuevas oportunidades
Los habitantes rurales han encontrado diversas oportunidades, a las cuales se han articulado con una creatividad extraordinaria. La construcción de carreteras que unen diversas áreas, antes aisladas, han unido costa, sierra y selva. Ha habido oportunidad para trabajo temporal como obreros de construcción. Aprendieron el ofi cio y pronto estaban viajando a zonas donde había posibilidades de trabajo, es decir, a ciudades intermedias donde se pudiera ejercer el nuevo ofi cio. Se hicieron transportistas, gracias a los pequeños excedentes (un auto usado puede costar desde 3 mil soles).
Son comerciantes por naturaleza y la oportunidad de vender productos a sus vecinos siempre está allí. El peligro que incluye este crecimiento es que, frecuentemente, la articulación ha sido con actividades informales (incluida la minería ilegal). Estas tienen una importante dinámica, pero no se las puede obviar.
El ‘hinterland’
O también llamada área de infl uencia de las ciudades, ha crecido incorporando a los habitantes rurales en las actividades urbanas. La disponibilidad del transporte hace que los habitantes del campo puedan desplazarse a la ciudad e introducirse en diversas actividades económicas, para así encontrar una verdadera diversifi cación laboral.
El milagro del cuy
El modesto cuy ha pasado a ser un gran protagonista de la prosperidad en los altos Andes. El cuy, criado tradicionalmente en las cocinas de las casas, conviviendo con las familias, se había degradado por la crianza endogámica. Los cuyes eran cada vez más chicos (300 gramos) con poco potencial proteico y en franco deterioro genético.
La introducción de nuevos métodos de crianza, usando galpones, empadres controlados y forraje cultivado ha conseguido especímenes de hasta un kilogramo y con una tasa de fertilidad muy elevada.
Un estudio, elaborado en el 2012, indicaba que en el Cusco se consumía un millón de cuyes al mes. Esto estaba vinculado directamente al calendario de fi estas en la región. La proteína de cuy alcanzaba a las familias más pobres hasta 1 kilo de proteína diaria.
Los emprendimientos han logrado cifras espectaculares de rendimiento. Es previsible que la cifra de consumo de cuy haya mejorado. Los restaurantes especializados han proliferado en todo el sur a niveles urbanos y rurales (restaurantes de carretera). Si analizamos la cadena productiva del cuy, veremos que se ha articulado una interesante dinámica que involucra a los productores, restaurantes, comercializadores y productores de insumos.
Una visita a la zona de Qorqa o de Ocongate nos muestra que también se cultivan y comercializan activamente hongos comestibles, que antes simplemente no había.
Turismo
El turismo, pese a ser una actividad preferentemente urbana, ha impactado en benefi cio de la reducción de la pobreza en muchas partes. Las modalidades de turismo de aventura (que ha provisto de trabajo como porteadores o arrieros), el turismo vivencial (visita la casa de pobladores rurales en busca de convivencia), y el turismo en lugares como Chinchero ha logrado mucha prosperidad. Lo más importante es que las modestas niñas que antes miraban con temor a los visitantes, hoy están integradas, tienen un trato totalmente horizontal, hablan inglés y ven con optimismo su futuro. El mercado ha logrado la ansiada igualdad que las prédicas de la revolución peruana no lograron. Esos son los que llamamos ‘activos emocionales’.
Plantar árboles, ¿equivale a una AFP?
Fuimos testigos de una particular forma de AFP (ahorro para la jubilación) que promueve la ONG Pachamama Raymi. Ha conseguido que en diversas comunidades se puedan plantar bosques. La cifra mínima son 1.000 árboles por hectárea y la masa crítica necesaria son un mínimo de 30 familias. Estos bosques diligentemente cuidados pueden, al cuarto año, producir hongos en el suelo. Esto les permite tener una renta adicional.
Cuidar un árbol no lleva todo su tiempo, pueden seguir trabajando. Pero a la vuelta de 15 años, cada árbol puede tener un precio en el mercado de US$100. Nuestras familia campesina tendrá entonces US$100.000, muchísimo más que un fondo de AFP de un sueldo de gerente.
Viéndolo así, somos un país donde los más pobres están dejando de serlo. La tarea es ahora más compleja, incorporarlos a la formalidad y a la ciudadanía.