Perú ha mostrado su deseo de entrar a la OECD, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Este organismo tiene como misión promover políticas que mejoren el bienestar económico y social de las personas alrededor del mundo.
Cuando se fundó, en 1960, tenía 20 países. Hoy reúne a 34 países miembros. Entre los más “cercanos” a Perú destacan México, Chile y Turquía.
Es un foro en el que los gobiernos discuten sus mejores políticas en diversos campos y se realizan comparaciones en estos indicadores. Los puntos en común son las economías de mercado dentro de instituciones democráticas. Sus enemigos son los enemigos de una sociedad justa y abierta.
En esa línea, la OECD ha invitado a Rusia a discusiones abiertas para su membresía y a China para un programa de “aumento de compromiso” (enhanced engagement).
Las brechas que presenta la economía peruana con respecto al promedio de la OECD son grandes. En instituciones, infraestructura, salud, educación, preparación tecnológica e innovación tenemos brechas entre el 15% y 39%.
En la única variable en la cual salimos victoriosos, con una brecha a nuestro favor, es en estabilidad macroeconómica. No es de extrañar, con nuestro reciente crecimiento económico, la baja inflación y la solidez fiscal. Ello contrasta con el estancamiento europeo, su elevado desempleo y sus problemas fiscales.
Pero en la variable que realmente importa al país (y a la OECD) que es el desarrollo humano, la brecha es negativa y de hasta 17%. Ese es el camino que hay que recorrer para ser “miembro del primer mundo”.
De entrar, Perú sería el país con el más bajo PBI per cápita de la OECD. No estaría mal pertenecer a este selecto grupo para mejorar nuestras políticas públicas. Por muchos años seríamos la cola permanente en todo lo social y disputaríamos les mejores puestos en todo lo macroeconómico y regulatorio de mercados.