Por: Alfonso Bustamante Canny
Perú21, 20 de enero de 2021
Se acerca ese tiempo en el que cada quinquenio jugamos a la ruleta rusa con el país, periodo que además es interrumpido con alguna frecuencia, como lo demuestran los recientes golpes de Estado dentro del último quinquenio (2016-2021), claro está que con justificantes que buscan aliviar la consciencia de los golpistas y de quienes aplauden los golpes de Estado, siempre que provengan de la izquierda.
Llegamos así a los 100 días antes de decidir nuestros votos en las elecciones generales, donde la derecha es irrelevante, el centro está apabullado y sin un liderazgo claro, y la izquierda es violenta, manipuladora, destructiva y con una agenda retrógrada y sin propuestas. Consecuentemente dividida.
La población con su incansable espíritu emprendedor está naturalmente frustrada, descreída, confundida e intelectualmente vulnerable. Presa del populismo barato y aquerenciada en la informalidad, tiene poca movilización social y sin acceso a la educación y salud de calidad, con una paupérrima infraestructura social.
La ruleta rusa es un juego psicópata y perverso en el que quien se somete a él tiene solo dos opciones: el aniquilamiento por propia mano (Venezuela y Cuba) o el cilindro vacío, lo que equivale en esta metáfora a la inacción, a la mediocridad y al desgobierno. El Perú se merece más que eso. Merece un plan de crecimiento económico para erradicar la pobreza.
Como estamos bombardeados con desinformación y satanización a la empresa privada, es importante aclarar que la única forma de ERRADICAR LA POBREZA es a través del crecimiento económico del país y esto solo es posible a través del crecimiento económico de las empresas, con lo cual crecerán sus empleados, accionistas, proveedores, clientes y el Estado engrosará sus reservas con los tributos de todos los mencionados. La receta es simple; sin embargo, estamos sometidos a una situación autodestructiva cuyas fuentes pretendo analizar en este artículo.
Como muchos compatriotas, nunca me ha atraído la política; sin embargo, reconozco la importancia de contar con partidos políticos sólidos y estructurados, responsables por su actuar, con posiciones sociales y económicas visibles y sometidas al debate y escrutinio, con una vocación por trascender como institución. Ante la inexistencia de partidos políticos, los espacios han sido tomados por eventuales “caudillos” en busca del voto fácil, de hurgar en el descontento popular, en busca del descrédito del rival y sometiéndose al mismo trato de sus contendores, sin propuestas técnicas sobre temas fundamentales como la lucha contra la pobreza y sostenibilidad. Esta fórmula, además, no logra consolidar una adecuada representatividad parlamentaria que soporte el actuar político de los eventuales gobernantes, por lo que el caudillo presidente está condenado al fracaso, independientemente de sus intenciones.
Un gobierno sin empoderamiento no será capaz de actuar con autoridad. Autoridad para restaurar el orden, para no someter sus decisiones al chantaje o a las componendas. La falta de respaldo político a la Policía Nacional de Perú es una aberrante muestra de ello. Puede más la inseguridad y el miedo que la responsabilidad asumida. Sobre todo, con la población más vulnerable.
Tampoco podrá desensamblar el ineficiente y sobredimensionado aparato burocrático de la administración pública que genera innecesarias trabas al desarrollo y promueve la corrupción a todo nivel. Es este el principal responsable de la informalidad en el país.
Los gobiernos en el Perú han abusado de su posición para una indebida utilización política de la Fiscalía, debilitando así la institucionalidad del país, la imparcialidad del Ministerio Público y enlodando a la actividad empresarial privada como blanco principal de sus ataques.
La responsabilidad principal de la empresa es atender a sus negocios, cuidando así a sus trabajadores, proveedores, clientes, accionistas, así como el medio ambiente y social donde se desarrolla. No es menos importante participar de la vida institucional del país. La forma limpia y transparente de interactuar con el Estado es a través de los gremios empresariales, quienes deben ser propositivos y solidarios, pero también críticos con la eficacia de las normas y del uso eficiente de los recursos entregados al Estado. Para contribuir con el debate, deben defender principios y no intereses particulares. Dentro de los líderes empresariales, son muchos los críticos y opinólogos de cocktail pero muchos menos son los que están dispuestos a entregarse al trabajo gremial para abordar en serio los temas comunes de lucha contra la pobreza a través del desarrollo y el crecimiento. Es tarea de los líderes empresariales el estar más coordinados y reforzar su compromiso inclusivo y social.
A 100 días de las elecciones generales estamos a tiempo para que políticos, Gobierno, medios de comunicación, líderes empresariales, académicos, profesionales, sindicatos de trabajadores, estudiantes y en general todos los peruanos de buena fe contribuyamos a unos comicios limpios y con enfoque en el crecimiento inclusivo del país.