Uri Landman
Twitter @urilandman
Para Lampadia
Recuerdo haber acompañado a mi padre a los Estados Unidos, en unos de sus viajes de negocios por los años ochenta. Teníamos como presidente a Alan García, quien por esos meses había anunciado la estatización de la banca. Esta medida populista, que terminó de hundir la economía peruana de aquel entonces, no era la única que afectaba a pequeños empresarios como a mi padre, que trataba de sacar adelante su negocio y las familias que dependían de él.
Otra de las medidas populistas que anunció Alan García cuando llegó al poder en 1980, fue poner límite al pago de la deuda externa peruana, equivalente al 10% de las exportaciones. Si bien esta medida no fue implementada en su totalidad, lo cierto es que convirtió al Perú en paria de los mercados financieros internacionales.
Mi padre había viajado a los Estado Unidos buscando financiamiento directo de sus proveedores o de un banco norteamericano, para poder adquirir e importar al Perú, una flota de modernos buses y poder brindar el servicio de transporte público de calidad en lugar de las chatarras a las que estábamos acostumbrados a usar.
Recuerdo la frustración de mi padre, al oír una y otra vez la frase “confiamos en Usted, pero no en su país”. Tanto sus proveedores como los banqueros, hacían hincapié que la deuda externa del país estaba calificada como “basura” por las agencias de calificación de riesgo internacionales y por ende ningún banco norteamericano estaba dispuesto a financiar una operación con un nivel de riesgo “especulativo” o dicho en otras palabras “no creían que iban a poder cobrar su dinero en el futuro”.
Debo admitir, que en esas épocas entendía muy poco lo que se estaba hablando. Tampoco entendía lo que era una calificadora de riesgo o en todo caso, por qué el hecho que el Perú no pagaba su deuda externa, afectaba de manera directa el negocio de mi padre.
Años después, gracias a la aplicación de políticas fiscales responsables, como la privatización de cientos de empresas públicas deficitarias, el respeto a la independencia del Banco Central de Reserva, el control del déficit fiscal, entre muchas otras medidas; trajo como consecuencia que la imagen financiera internacional de nuestro país comenzó a mejorar. Dejamos de ser un apestado de los mercados financieros internacionales, en vista que teníamos una política macroeconómica responsable, ordenada y cumplíamos con nuestras obligaciones.
En el año 2008, paradójicamente en el segundo gobierno de Alan García, el Perú obtiene el nivel de grado de inversión de la calificadora de riesgo Fitch, la cual sería seguida en los próximos meses por Standard & Poor´s y también de Moody´s. Para ayudar a entender la importancia de este hecho, voy a explicar muy brevemente que es una calificadora de riesgo.
Las calificadoras de riesgo son empresas dedicadas a valorar el riesgo crediticio de todo tipo de obligaciones financieras, ya sea de personas, empresas o países. En base a diferentes análisis cualitativos y cuantitativos, usando variables como crecimiento del PBI, inflación, déficit fiscal, déficit en la balanza de pagos y muchos otros; las calificadoras de riesgo, asignan una nota en este caso al país, el Perú, la cual refleja la probabilidad de incumplimiento de pagos de su deuda externa. Existen dos categorías para agrupar las deudas dependiendo del calificativo de riesgo. El grado especulativo se refiere a las deudas con menor certeza de pago (grado que tuvo el Perú durante los ochentas y noventas), y el grado de inversión, que se refiere a países con buena capacidad de pago. Mientras mejor sea la calificación del riesgo país, será más barato para el Perú, obtener financiamiento internacional en caso lo necesitara, como por ejemplo en la pandemia.
A pesar que hemos tenido gobiernos populistas e izquierdistas desde el año 2000 en adelante, lo cierto es que las finanzas públicas se han manejado de manera más o menos responsable durante los sucesivos gobiernos de Toledo, Alan García, Ollanta Humala y PPK. En el gobierno de Martín Vizcarra y el breve paso de Sagasti se empezaron a deteriorar los indicadores económicos de manera preocupante.
Si bien los caviares y cojudignos dirán que la crisis económica y política en la que nos encontramos es culpa de Keiko y de la derecha, lo cierto es que el gobierno de Castillo ha logrado lo que ninguno de los últimos cuatro gobiernos ha podido. En las últimas tres semanas las tres calificadoras de riesgo más importantes, han reducido la nota de la deuda externa peruana. La primera semana de septiembre, la agencia Moody´s redujo la calificación de riesgo de los bonos soberanos de la deuda peruana por primera vez en 20 años del nivel A3 a Baa1. Por si esto no fuera suficiente, la semana pasada Fitch también rebajó la calificación de la deuda soberana de BBB+ a BBB. En el caso de S & P, si bien mantuvo la nota en BBB+, revisó la perspectiva de la deuda a largo plazo de estable a negativa, lo que podría traer una rebaja en la nota a mediano plazo.
Todas las calificadoras de riesgo mencionaron la incertidumbre política como una de las causas fundamentales en su decisión de rebajar la nota del Perú. Esta afirmación contradice de manera categórica a los que propugnan que la política y la economía van por cuerdas separadas. Para tenerlo más claro: la incertidumbre política erosiona la confianza de los inversionistas en el país. Al no tener confianza, los inversionistas no traen su dinero (los micro o pequeños empresarios tampoco quieren arriesgarse). Si no hay inversión, no se crean puestos de trabajo, los ingresos de las empresas y personas no crecen, no se pagan más impuestos y no hay recaudación. Como el estado se queda sin ingresos, se ve obligado a recurrir a la emisión inorgánica de dinero, lo que inmediatamente crea inflación. Como bien sabemos, la inflación es el impuesto que más afecta a las clases pobres al reducir su poder adquisitivo.
No podemos permitir que el esfuerzo de toda una generación y de todo un país durante más de 20 años, se destruya por causa de un partido de incompetentes comunistas que está en el gobierno el día de hoy.
Recordemos lo que decía el premio nobel de economía Joseph Stiglitz: “Quienes más sufren en una crisis son quienes no jugaron ningún rol en crearla”. Lampadia