Hay 46,2 millones de pobres en Estados Unidos, cifra récord en su historia. En los 60, el gasto social era 1,6% del producto bruto interno (PBI). Hoy es casi 6% del PBI. En el 2011, el gobierno de Obama incrementó el gasto social en 42% con respecto a lo gastado en el 2008. Esto significa un gasto anual de US$953.000 millones. Los estadounidenses planean gastar US$10 billones en los próximos diez años en programas que inducen a la dependencia, creando un enorme grupo de personas desmoralizadas que viven de la dádiva estatal.
Los contribuyentes en Estados Unidos pagan por programas que empeoran la pobreza y que están llenos de abusos y de corrupción. Como denunciaba el periodista Jack Dolan de “Los Angeles Times”, varios beneficiados de estos programas usaban las tarjetas del seguro de desempleo para pagar shows de ‘strip-tease’.
Toda sociedad necesita programas sociales para aquellas personas que no pueden valerse por sí mismas, como los niños en abandono y los ancianos. También para ayudar temporalmente a aquellos que buscan trabajo y que están desempleados. Sin embargo, como dicen varios expertos, es cruel y contraproducente que esa ayuda se convierta en una hamaca permanente.
Es inmoral que un gobierno incentive a ciudadanos que no están enfermos a pensar que vivir de la ayuda estatal, financiada por los contribuyentes que trabajan, es un estilo de vida aceptable. La dependencia del Estado quita a la gente la oportunidad de mejorar. Es el trabajo diario y bien hecho lo que nos da autoestima y orgullo.
El gran Thomas Jefferson dijo: “Veo un gran futuro para los americanos si ellos pueden prevenir que el gobierno desperdicie sus esfuerzos e impuestos bajo el pretexto de querer cuidarlos y protegerlos”. Es parte de la cosmovisión estadounidense que el Estado no fue creado para cuidarlos, sino que uno debe cuidar de sí mismo. Como dijo Bill Clinton: “No podremos renovar nuestro país hasta que nos demos cuenta de que no es el gobierno quien cría a los hijos, son los padres los que lo hacen. Padres que conocen a los profesores de sus hijos, apagan la televisión, ayudan con las tareas y les enseñan lo que está bien y lo que está mal”.
Las mayores víctimas de la pobreza son los niños. Dos tercios de la niñez pobre en Estados Unidos es prevenible si las personas hicieran una sola cosa: casarse antes de tener hijos.
El matrimonio es el mayor programa antipobreza existente. Un hijo (a) nacido fuera del matrimonio tiene seis veces más probabilidades de ser pobre. En los 60, solo el 7% de los niños nacían fuera del matrimonio en Estados Unidos. Hoy es el 40% y demanda una ayuda social de US$300.000 millones al año para madres solteras.
Ahora el gobierno es el “papá” en muchos hogares estadounidenses. Los niños no solo necesitan apoyo económico, necesitan un padre y una madre que les enseñen a ser hombres de bien y que les muestren a sus hijas cómo hacerse respetar y ser felices. Ningún Estado podrá reemplazar el amor de los padres. Cito otra vez a Clinton: “Un fuerte sentido de seguridad es difícil de lograr en la vida a menos que uno haya sentido cuando era niño que era la persona más importante en el mundo para alguien”.
Aprendamos de los desbordes populistas de Obama. La mejor campaña antipobreza es una cultura de trabajo, una buena educación y promover activamente la paternidad responsable.