Victor Shiguiyama
Del Blog: Me Declaro Antisistema
Miércoles, 27 de julio de 2016
Es difícil plantear una agenda positiva en un ambiente político cargado de energía negativa, donde andamos incomprensiblemente enemistados y divididos, incapaces de admitir o reconocer razones en otras posiciones políticas. Y esto no sólo entre políticos, sino también entre analistas, periodistas y twitteros.
Las exitosas reformas económicas de los 90 han ido perdiendo ritmo y nuestro optimismo ha ido apagándose, dejando en nuestras mentes una mirada afligida por la creciente desaceleración económica, la rampante corrupción y la angustiante inseguridad ciudadana.
Algo en común para desarrollar exitosamente cualquier agenda de gobierno, es incorporar mayor agilidad, eficiencia y eficacia en la gestión pública. Después de todo, enfrentamos una crisis de talento humano, incapaz de avanzar en tantos frentes y en tan poco tiempo. Pero, ¿cómo lograrlo?. Necesitamos un shock de innovación, un terremoto que destruya la mediocre administración pública actual y nos obligue a crear una nueva manera de gestionar los recursos públicos.
Un gran impedimento para innovar, para actuar oportunamente, para simplificar, para transparentar la gestión es, paradójicamente, el sistema de control (en cabeza de la Contraloría General de la República y las Oficinas de Control Interno).
El nombramiento del nuevo Contralor, realizado en la agonía de un gobierno que se va desprestigiado, y que además es funcionario de carrera no pareciera haber sido lo más conveniente. De un lado porque siendo parte de la Contraloría, posiblemente piense que lo realizado hasta el momento es bueno (romper paradigmas suele requerir visiones externas), y segundo, porque si quisiera emprender una reforma sin precedentes, no tendrá la legitimidad ni el apoyo político que lo sustente.
Del libro Innovar o Morir de A. Oppenheimer , vale resaltar las siguientes ideas que se aplican perfectamente a nuestra necesidad de recrear la gestión pública peruana: i) la innovación requiere tolerancia al error; ii) toda innovación disruptiva exige obligatoriamente aceptar fracasos; y iii) todo innovador debe, obligatoriamente, dejar su estado de confort.
El sistema de control peruano es, como muchos en la región, uno plagado de prácticas viciosas orientadas a lograr el cumplimiento estricto y literal de los procedimientos, normas y leyes. Todo auditor interno y miembro de la contraloría es, como diríamos, un funcionario pegado a la letra, un cuadriculado.
Por eso, la mayoría de funcionarios públicos actuarán de acuerdo a la letra y si esta no existe, esperarán que exista (vía un informe que muchas veces requiere de otro informe previo, de un sellito del jefe y del visto bueno de un asesor). Y cuando éste funcionario sea juzgado por el auditor, éste no verá el logro (resultado) sino el procedimiento (forma). Cualquier error en el procedimiento se asume como intención dolosa y suele estar acompañada de sanciones extremadamente severas, que incluso llegan a juicios y embargos. En suma, hemos desarrollado el sistema perfecto para capar mentalmente a nuestros funcionarios públicos. Imaginen una persona que todo el tiempo será castigado por caerse al intentar caminar, o cuando se equivoca cada vez que busca hacer algo nuevo en la vida….
¿El resultado?, un Perú con dinero pero con pocos resultados. Un funcionario atormentado por la forma, con nula convicción por la innovación. Es el mundo perfecto para los corruptos, especialistas en extraer dineros cumpliendo las formas. En un contexto donde nos parece normal que un trámite demore, que falte un sello, que el expediente se pierda, que requiera completar otro formulario, que la obra se detenga o simplemente que no se inicie, o incluso a la decisión injusta pero de acuerdo a ley, es lo que facilita la vida a los vivos, al tarjetazo, al favorcito, al tramitador, a la coima…
Esta reforma es, entre otras, una que bien podría estar en la agenda común del Ejecutivo y del Legislativo. La innovación es una palabra ajena a la dinámica política y pública, los ciudadanos deberíamos crear un colectivo y marchar por las calles exigiendo soluciones creativas a quienes nos gobiernan. De lo contrario, tendremos por mucho tiempo lo peor de los dos mundos: controles que impiden la innovación y engorrosos procedimientos que facilitan la corrupción.
Lampadia