Los crímenes del MRTA no han sido purgados
A raíz de las evidentes manipulaciones políticas sobre los crímenes de los movimientos terroristas de Sendero Luminoso y el MRTA, sobre los cuales se ha llegado al extremo de contaminar hasta los textos escolares, a equiparar moralmente a los criminales con las fuerzas del orden, en estos días en que nuestra “democracia boba” está liberando a los asesinos que pretendieron imponer su ideología de muerte en el Perú, por fin se están haciendo escuchar algunas voces que deben evitar que nuestro jóvenes sean adoctrinados por la mentira.
Saludamos el anuncio del ministro de Educación, Daniel Alfaro Paredes, sobre la decisión de corregir los textos escolares.
Además, queremos recoger y compartir con nuestros lectores, el relato del secuestro de Don Víctor de la Torre Romero, perpetrado con su consuetudinaria maldad, por parte del MRTA, que hemos recibido a través de un post de Facebook.
Historia de un secuestro
Víctor de la Torre
El 11 de setiembre del año 1990, el vehículo donde iba mi padre, Víctor de la Torre Romero, fue interceptado en la Av. Javier Prado a la altura de Tecnillantas, Calle Párraga, cerca de ADEX a las 09:30 am por un comando del MRTA. Al ser amenazado con las armas de guerra del comando, mi padre se bajó del vehículo y tras pedir que no se le haga daño a su chofer, el Sr. Mario Quicaño, subió a una camioneta van que no tenía lunas y salió por la Av. Bailetti, que es paralela a la Av. Javier Prado, con dirección a la Carretera Panamericana en donde se perdió de vista. Este fue el inicio de un secuestro realizado por el MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru) que duró 15 meses, hasta el 24 de diciembre del 1991, fecha en que nos fue devuelto mi padre, previo pago del rescate respectivo.
Antecedentes
Mi padre, en ese tiempo, era presidente del Directorio de Cementos Lima, empresa a la que había ingresado a trabajar a los 21 años con el cargo de controlador de ingreso de camiones. Anteriormente, ya había tenido que soportar la pérdida de sus acciones y su trabajo por el gobierno dictatorial del General Juan Velazco Alvarado, quien confiscó Cementos Lima a favor del Estado. Restituida la empresa, mi padre entró al directorio de Cementos Lima, en donde años después fue nombrado presidente por la Junta de Accionistas. Fue una época muy difícil para la compañía, ya que tuvo que afrontar los problemas económicos que en ese entonces tuvo el Perú, como la hiperinflación.
Por haber hecho carrera en la compañía, él era una persona muy conocida y apreciada por todos los trabajadores de la empresa y era reconocido por su bonhomía, cortesía para tratar a los demás y su espíritu abierto para recibir a cualquier trabajador de la empresa. La puerta de su oficina nunca estuvo cerrada.
Se casó con María Gabriela de la Piedra. Hoy somos cinco sus hijos, todos casados y de los que han nacido 16 nietos y tendría ahora cinco bisnietos.
El secuestro
El 11 de setiembre de 1990, luego de ser secuestrado, mi padre fue llevado y depositado en una cisterna de 1.5 metros de alto por 2 metros de largo y 1 metro de ancho, donde tuvo solo un colchón viejo, un foco de luz de 100 kW prendido las 24 horas del día y música a todo volumen también durante las 24 horas del día. El objeto era que no pudiera escuchar las conversaciones que pudieran estar teniendo sus captores del MRTA. Como curiosidad, mi padre siempre sostuvo después del secuestro que alguno de sus secuestradores tenía acento extranjero, y efectivamente, después nos enteramos de la participación de terroristas chilenos dentro del MRTA. Las condiciones del encierro fueron terribles, nunca se le permitió cambiarse de ropa, ni siquiera de ropa interior. Se le alcanzaba una vez por semana una lata de Nescafé para que hiciera sus necesidades, se le alcanzaba la comida en raciones ralas una vez al día. No se le permitió asearse; lo que me permite calificar el caso de mi padre, como un caso de tortura extrema, muy similar a la que estuvieron expuestos los soldados norteamericanos que eran capturados por los miembros del VietKong en la guerra de Vietnam que eran introducidos en pozos subterráneos por años y en condiciones que ni a los animales se les da. Producto de este secuestro y tortura, mi padre salió de su secuestro con trastornos psicológicos y psiquiátricos derivados de la descompensación total de la parte química de su organismo, lo que lo llevó a un cuadro maniaco-depresivo al haber consumido durante este sádico secuestro todo el litio de su organismo.
El psiquiatra que lo trató al salir del secuestro, fue su compañero de clase Saúl Peña, quien nos informó que mi padre estuvo sujeto a un estrés equivalente al que tiene un ejecutivo que trabaja las 24 horas del día a toda presión. Las consecuencias de esta enfermedad fueron que mi padre se auto recluyó en su habitación durante tres años, tenía miedo de caminar por el jardín de su propia casa, despertando a la familia muchas madrugadas para que lo fueran a acompañar. De la noche a la mañana pasaba a estados de euforia llevados a extremos que preferiría no detallar, pero les podría mencionar dos botellas de whisky en tres horas sin emborracharse. Pueden imaginarse el sufrimiento de toda su familia, esposa, hijos y nietos al ver en ese estado a un ser tan querido.
Esta situación, psiquiátricamente muy difícil, nos llevó a contratar en los Estados Unidos al Doctor Pérez Nué, especializado precisamente en los casos de los soldados americanos que estuvieron en circunstancias parecidas a las de mi padre, el mismo que por suerte logró que llegara a cierta estabilización emocional, que le permitió que en sus últimos años de vida llevar un comportamiento cercano a la normalidad.
En los 15 meses que estuvo secuestrado, la única posibilidad de tener una aproximación con mi padre, fue a través de nuestras constantes solicitudes de prueba de vida, para lo cual lo torturaban para que emitiera gemidos solicitando los pagos del rescate. Durante el secuestro se produjeron constantes amenazas hacia la familia en especial a los nietos de mi padre, quienes estaban en el nido. En una ocasión el mismo señor Serpa Cartolini se identificó como Mario García: (a raíz de la toma del Embajada del Japón, reconocí perfectamente la voz de este terrorista del MRTA) él era quien nos informaba del grave estado de salud de mi padre y que en caso muriera durante secuestro, el siguiente que iba a morir iba a ser mi pequeño hijo Víctor de la Torre o los hijos de algunas de mis hermanas, dando datos precisos de los centros de educación inicial donde estudiaban. Como podrán ustedes comprender, no solamente torturaban a mi padre, sino también a toda la familia.
Espero que este somero recuerdo de lo que pasó en aproximadamente 15 años de vida de nuestra familia les haga tener una idea de que el secuestrado más que un secuestrado es un torturado y que la familia también es secuestrada y torturada. Desde aquí, expreso mi solidaridad a quienes como los comandos del Operativo Chavín de Huántar abrieron las luces al final del túnel con la magnífica y extraordinaria operación que liberó a los rehenes de la Embajada de Japón y que creó un nuevo día para todos los peruanos. Igualmente, manifiesto mi solidaridad a todos los militares, policías, autoridades, campesinos, obreros, estudiantes que fueron asesinados y torturados, mutilados, etc. por estas monstruosas organizaciones terroristas como son Sendero Luminoso y el MRTA; en mi caso particular, ruego a Dios que estas organizaciones no vuelvan a resurgir jamás en el Perú.
Consecuencias físicas del secuestro
- Insuficiencia cardiaca, que lo llevó a la muerte poco más de una década después, el 06 de agosto del 2003. Mi padre murió a la edad de 71 años siendo hijo de familia de longevos ya que su padre murió a los 87 años y su madre a los 92 años
- Enfermedades de la piel de todo tipo, hongos, acarosis, pruritos, etc., como consecuencia de la insalubridad de la cisterna en donde fue recluido.
- El tener el foco de luz permanentemente prendido hizo que tuviera problemas en las retinas, obligándolo a usar anteojos el resto de su vida.
- Por la pésima alimentación recibida, se le descubrió enfermedades que ya habían desaparecido en el Perú desde la época de la conquista, tales como el escorbuto (falta de vitamina C) y Beri Beri (falta de vitamina B), estas enfermedades fueron muy difíciles de detectar ya que en la actualidad no existen pacientes que las hayan contraído.
- Mi padre el día de su secuestro pesaba 98 kg. cuando salió de su encierro, con las justas llegaba a los 50 kg. La suerte que nosotros tuvimos como familia, fue que estos individuos nunca pudieron doblegar su espíritu, habiendo conseguido salir con vida de su secuestro y tortura que no fue el caso, por ejemplo, del Ing. David Bayón, quien también fue secuestrado un 11 de setiembre, pero apareció muerto en la calle con decenas de kilos de menos y un balazo.
La familia durante el secuestro
Hubo muchos secuestrados que han vivido las mismas torturas sufridas por mi padre y su familia, los mismos que nos sentimos secuestrados hasta el día de hoy al haber sido testigos de tanta barbaridad y sadismo.
Mi madre, soportó de manera admirable todas estas barbaridades, entre los hermanos nos turnábamos para acompañarla mudándonos con ella para no dejarla sola, tuvimos la asistencia anímica de amigos inolvidables como mis tíos Alberto y Elsa Benavides quienes iban todas las semanas a visitarla, pero también tuvimos que sufrir el rechazo de muchos amigos que no se acercaban a nosotros por miedo al contagio del secuestro.
Mi abuela, la mamá de mi padre, murió a los 92 años un mes antes que salga mi padre de su tortura; lo primero que me dice mi padre al salir es “ya sé que se me murió mi mamá” por suerte, para mi abuelita, estando tan viejita, había perdido la noción del tiempo lo que nos permitía decirle que mi papá ya iba a ir a verla en cualquier momento.
Conclusiones
Quiero presentar la más enérgica protesta de parte mía y de mi familia por la forma tan especialmente blanda como las autoridades han tratado a estos criminales, muchos de ellos están libres circulando por las calles ya sea organizando “Congas”, “Tías Marías” o “Curvas del Diablo”, pero siempre haciendo lo que saben hacer bien: Destruir nuestra patria, el Perú.
Finalmente, decirles a los señores comandos del Operativo Chavín de Huántar, que su acción heroica nunca será olvidada porque como alguna vez escuché de alguien, “no hay mayor acto de amor que aquel que da la vida para salvar la vida de otro”. Ustedes señores, dieron su vida para salvar la vida de los rehenes de la Embajada de Japón, hago la atingencia que también considero Héroes de la Patria a los rehenes como el Almirante Luis Giampietri Rojas, y otros rehenes que arriesgaron su vida para el éxito del operativo.
Quiero aprovechar la oportunidad de este foro para plantear se investigue y se averigüe, en dónde se encuentran ubicados las decenas de millones de dólares pagados por los secuestrados y la gente que ha sido extorsionada por estos malhechores. Sabemos que hay cuentas en el exterior y la gente que está purgando condena por Terrorismo, saben dónde están estas cuentas. Yo quisiera solicitar a las autoridades de este país, que se encuentren estas cuentas y que no se les permita la salida de la cárcel a ningún terrorista hasta que se encuentren en esas cuentas y cuando se encuentren y se recobre el dinero de ellas, sugiero que ese dinero sea entregado a las familias de militares y policías que sacaron la cara por nosotros, nos defendieron y que han sufrido las consecuencias físicas y emocionales de haber enfrentado a estos perversos asesinos, torturadores y secuestradores. No creo que ninguna de las familias que sufrimos los secuestros de nuestros seres queridos estaría en desacuerdo, que el uso de esos fondos sea para estos fines; creo que llega el tiempo en que los militares y policías que se enfrentaron al terrorismo sin importarles sus vidas y las de sus familias, tengan un reconocimiento por parte del Perú y de todos los peruanos.