Rolando Arellano C., Presidente de Arellano Marketing y profesor de Centrum Católica
El Comercio, 05 de junio de 2017
Debido quizá a tantas noticias negativas, le hemos dado poca relevancia a una especialmente buena, la de la disminución de casi dos puntos porcentuales de la pobreza en el 2016. Esta noticia es importante porque continúa una tendencia iniciada hace 15 años, que se sigue dando a pesar de los huaicos, de la corrupción y de los malos o menos malos gobiernos que hemos tenido.
Podemos no creer en las cifras, pues todavía vemos pobreza en los lugares por donde pasamos, pero es difícil negar la tendencia hacia mejor. Ciertamente, podemos también criticar las cifras usadas por el INEI para señalar los límites de la pobreza y decir que S/1.650 mensuales para una familia de cuatro personas es insuficiente para dejar de ser pobre en Lima.
Pero viendo el vaso medio lleno, no olvidemos que hace solo una década uno de cada dos (sí, la mitad) de nuestros compatriotas no cubría sus necesidades básicas. Hoy eso sucede en uno de cada cinco. Mejor aun, el porcentaje de pobres extremos, de quienes se empobrecen más y suelen pasar hambre, pasó de 15% a menos de 4% en ese lapso. En el 2005, si usted subía a una combi de 20 personas, a su lado casi con seguridad se sentaba un pobre, pues diez de los pasajeros lo eran. Peor aun, cuatro de ellos no habían comido bien ese día. Hoy habría cuatro pobres en todo el bus y quizá uno no se habría alimentado adecuadamente.
Podemos, por cierto, quejarnos de que haya variado poco ese 30% de población que algunos llaman “vulnerable”, es decir, que no es pobre pero tampoco suficientemente rica para asegurar un bienestar estable. Pero el nombre es engañoso y pesimista, pues la tendencia desde hace 20 años es que los “vulnerables” estén en tránsito hacia la mejoría y no hacia la pobreza. Son vulnerables de caer en la riqueza más que en el lado opuesto.
Pero más importante aún es que ese crecimiento se ha dado con disminución de la desigualdad, pues el ingreso de los más pobres creció más rápido que el de los más ricos. Ello se nota claramente en el desarrollo de las periferias de las ciudades frente a los barrios tradicionales, y también (aunque con variaciones) en el de las ciudades de provincias frente a Lima, y entre las ciudades chicas y las grandes. Hay aún grandes diferencias, pero las distancias se acortan, y eso se puede observar claramente mirando a nuestro alrededor con ojos imparciales.
Por eso, démonos la recompensa de una sonrisa, porque ese crecimiento es único en toda nuestra historia. Único porque nunca tuvimos tanto crecimiento con disminución de la desigualdad, y único porque es generado sobre todo por millones de ciudadanos esforzados más que por gobiernos o factores externos. Sonriamos, y sigamos empujando el carro.