El pasado 25 de abril el consorcio Kuntur Wasi ganó la concesión para el diseño, construcción, financiamiento, operación y mantenimiento del nuevo aeropuerto internacional de Chinchero, en la región Cusco, por un plazo de cuarenta años y con una inversión total de US$ 658 millones. El Gobierno Regional del Cusco logró reubicar a los comuneros que habitaban en los terrenos destinados al nuevo terminal aéreo de 40,000 m2, mientras que ProInversión presentó un estudio de factibilidad asegurando el cumplimiento de todas las normas aeronáuticas. El proyecto supone nuevos puestos de trabajo y obliga al consorcio ganador a capacitar a la población local en actividades aeroportuarias. Finalmente, el concesionario deberá contar con un estudio de impacto ambiental, así como con un plan de monitoreo arqueológico, los que deberán estar culminados y aprobados antes de dar inicio a los trabajos de construcción.
Hasta ahora todo parece responder al necesario compromiso y estrecha colaboración entre los gobiernos central, regional y local, así como a una preocupación por el evidente contexto ecológico, histórico y arqueológico en el que se enmarca el nuevo aeropuerto. Sin embargo, los aspectos turísticos del proyecto no han sido tratados de forma tan evidente. A nadie del sector se le escapa que esta nueva infraestructura afectará directamente al turismo que se dirige al Cusco y que simultáneamente provocará efectos externos en el flujo de turistas nacionales e internacionales que circulan por el Perú.
Se prevé que cuando el nuevo terminal aéreo de Chinchero empiece a operar en el año 2019 recibirá ocho millones de pasajeros, cifra que contrasta con la actual estadística de 2.3 millones de pasajeros que recibe actualmente el aeropuerto Velasco Astete. ¿Es capaz la región de prepararse en cinco años para casi cuadruplicar el número de visitantes que recibe? Tiene que serlo porque, desde sus carreteras a sus alojamientos y restaurantes, pasando por el transporte de pasajeros, tendrán que reaccionar ante un incremento de visitantes como el que se predice.
Pero no acaba en el Cusco el impacto turístico de esta iniciativa, pensemos que los flujos turísticos de nuestro país siguen un patrón establecido según las infraestructuras aeroportuarias y carreteras existentes. Si modificamos las condiciones de entrada de los turistas internacionales, es decir, si se abre la posibilidad de que los turistas de nuestros principales mercados de origen vuelen directamente al Cusco para visitar la actual “joya de la corona” del turismo peruano, debemos pensar que esta nueva realidad afectará la llegada de turistas a la capital y que algo habrá que hacer para convertir el nuevo aeropuerto del Cusco en un aliado del desarrollo turístico de la ciudad de Lima y de los destinos del norte del país.