Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008
Gestión, 25 de enero de 2017
Si Estados Unidos fuese gobernado por un sistema parlamentario, Donald Trump ya estaría enfrentando un voto de desconfianza: pasó su primer día completo como presidente renegando por las noticias sobre el poco público que asistió a su investidura. Pero no somos una democracia parlamentaria, así que tendremos que sobrevivir cuatro años de rabietas.
Cabría preguntarse cómo reaccionará ante cifras decepcionantes de asuntos que realmente importan. En su espantoso discurso inaugural, Trump retrató un país en una situación desesperada (una “carnicería estadounidense”). Pero el verdadero país no luce así para nada, aunque es probable que no mejore sino todo lo contrario. ¿Cómo lo afrontará un hombre que ni siquiera puede manejar el más pequeño golpe contra su ego?
Hablemos de las malas noticias predecibles. Primero, la economía. Al escuchar a Trump, uno podría haber pensado que Estados Unidos se halla en medio de una depresión, con “fábricas oxidadas diseminadas como lápidas en todo nuestro país”. Si bien el empleo manufacturero está cayendo desde el 2000, el empleo total está en aumento y la tasa de desempleo es baja según estándares históricos.
Y no es la única cifra que se ve bastante bien: los salarios están en alza y es creciente número de estadounidenses que renuncian a sus empleos porque confían en encontrar otro, lo cual sugiere una economía cercana al pleno empleo. Lo que esto significa es que es probable que el desempleo ya no caiga mucho más, de modo que incluso con buenas medidas y buena suerte, la creación de puestos de trabajo será mucho más lenta que durante los años de Obama.
Dado que las cosas malas suelen suceder, existe una alta posibilidad de que el desempleo termine siendo más elevado de aquí a cuatro años. Ah, y es probable que los déficits presupuestarios que generará Trump amplíen el déficit comercial, algo que provocará la reducción del empleo manufacturero.
Un segundo frente en el que la situación empeorará casi con seguridad es el cuidado de la salud. Obamacare ocasionó que el porcentaje de estadounidenses sin seguro cayese hasta su nivel histórico más bajo y su derogatoria volvería a elevarlo —de acuerdo con estimados de la Oficina Presupuestal del Congreso, 18 millones sin seguro el primer año y más de 30 millones en el largo plazo—. Y el Partido Republicano, que pasó siete años sin idear un reemplazo para Obamacare, no elaborará uno en las próximas semanas, ni nunca.
El futuro del tercer frente, la delincuencia, es incierto. La visión de Trump de unas ciudades asoladas “por el crimen, las pandillas y las drogas” es una fantasía distópica: a pesar del muy publicitado aumento de los homicidios en algunas ciudades, la delincuencia está disminuyendo. Supongo que podría seguir reduciéndose, pero también podría resurgir. Lo que sí sabemos es que el Gobierno de Trump no podrá pacificar las zonas de guerra urbanas, porque no existen.
¿Cómo manejará Trump las malas noticias sobre un mayor desempleo, una menor cobertura médica y muy poca reducción de la delincuencia? Pues es obvio: negará la realidad en la manera en que lo hace cuando esta amenaza su narcicismo. ¿Aceptarán sus simpatizantes esta fantasía?
Podrían hacerlo. Después de todo, bloquearon las buenas noticias de la era Obama. Por ejemplo, dos tercios de los votantes de Trump creen que George Soros fi nancia las protestas contra Trump y solo el 17% de los republicanos sabe que el número de personas sin seguro de salud ha caído a niveles históricos. La mayoría creía que la delincuencia estaba en aumento pese a que estaba disminuyendo. Así que quizás bloqueen las malas noticias de la era Trump.
Sin embargo, probablemente no sea tan fácil. En primer lugar, la gente tiende a atribuir las mejoras en su situación personal a sus propios esfuerzos. Seguramente, muchos votantes que obtuvieron empleo en los últimos ocho años creen que lo hicieron a pesar de, no gracias a, las medidas aplicadas por Obama. Por ello, es improbable que se culpen a sí mismos y no a Trump por las pérdidas de empleo y del seguro de salud.
Además, Trump hizo grandes promesas durante la campaña, de modo que el riesgo de desencanto es muy alto. ¿Responderá a las malas noticias aceptando su responsabilidad e intentando mejorar? Bueno, eso parece tan probable como la posibilidad de que renuncie a su fortuna e ingrese a un monasterio.
Lo casi seguro es que el inseguro ególatra en jefe negará las verdades incómodas, y reprenderá a los medios por informarlas. Y lo que me preocupa es que es muy posible que intente utilizar su poder para atacar a los mensajeros.
En serio, ¿cómo creen que reaccionará el hombre que comparó a la CIA con los nazis cuando la Oficina de Estadísticas Laborales reporte un alza significativa del desempleo o un declive en el empleo manufacturero? ¿Qué hará cuando los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades y la Ofi cina del Censo reporten cifras crecientes de estadounidenses sin seguro?
Se podría pensar que el berrinche del fi n de semana fue perjudicial, pero lo que se viene será mucho, mucho peor.