Patricia Teullet
Perú21, 03 de junio de 2016
Hace no tantos años, los expertos explicaban que la inseguridad en el Perú era menor que la de países vecinos porque los delitos no terminaban en asesinatos.
Entendería que esto ha cambiado y que el deterioro se ha acelerado en estos últimos años.
Hoy, los peruanos aspiramos a vivir en un entorno en el que el asesinato no sea el desenlace común del robo de un celular.
Los expertos en esta materia están en contra de encargar al Ejército tareas para las que su personal no está entrenado.
Tampoco funciona exigir penas extremas: faltas pequeñas pueden responder a un cálculo costo/beneficio; alguien dispuesto a matar difícilmente hará este análisis.
Malcolm Gladwell relata que, a raíz del asesinato de una joven, se estableció en California “La Ley de Tres Faltas”: cualquier condenado por un delito, por segunda vez, recibiría el doble de pena que la prevista en el código penal. Al tercer incumplimiento de la ley (sin importar su gravedad), cadena perpetua, sin excepción. El respaldo a la ley fue masivo, sin embargo, la reducción en criminalidad, nula.
Es momento de aplicar medidas menos ligadas a las penas y más a la prevención, que muestren una sociedad capaz de dar oportunidades sin que sea necesario ser marginal para lograr lo que, de otra manera, será imposible.
Ante el alarmante aumento de la violencia en Nueva York en los años 80, el sistema de transportes aplicó la teoría del “Síndrome de la ventana rota: si una ventana se rompe y no se repara, la gente sentirá que nadie está a cargo; nadie vigila. Pronto… la sensación de caos y anarquía se contagiará”.
La eliminación del grafiti en el metro fue fundamental en la campaña contra el crimen, pues este era símbolo de abandono e impunidad.
Los vehículos decentes en transporte público, las calles sin basura, las áreas verdes… no son cosa de cosmética.
Lampadia