Patricia Teullet
Perú21, 05 de agosto de 2016
La revisión de casi cualquier indicador social mostrará la enorme brecha que continúa existiendo entre la población urbana y rural: desnutrición infantil (28 vs. 9%), anemia (43 vs. 51%), nivel educativo (74 vs. 45% terminan la secundaria); violencia familiar (39 vs. 20% de padres emplean castigo físico). Encontraremos más diferencias en mortalidad neonatal, pobreza extrema o trabajo infantil.
La dispersión de las viviendas rurales y su difícil acceso ha sido una de las excusas que el Estado ha esgrimido para descuidar su atención, y muchas iniciativas se han perdido por falta de seguimiento: desde la implementación de cocinas mejoradas que nunca recibieron mantenimiento hasta proyectos de diversificación de cultivos que nunca tuvieron asistencia técnica.
Hay dos proyectos dirigidos a la población rural que, de convertirse en políticas públicas pueden marcar un ‘antes’ y un ‘después’.
El primero es Sierra Productiva, un esfuerzo privado y enfocado en la familia. Utiliza tecnología sencilla para superar las deficiencias de calidad de vivienda, acceso a agua y actividades agrícolas. Policarbonato en el techo de la vivienda, un reservorio con geomembrana y un fitotoldo permiten calentar e iluminar el hogar, tener agua en época de sequía y cultivar hortalizas a 4,300 m.s.m.m.
El otro proyecto es estatal y comunal, y complementa al primero: consiste en la construcción y habilitación de tambos para brindar atención a las poblaciones más dispersas, vulnerables y con menos servicios. Lo inició René Cornejo hace algunos años, con el objetivo de acercar servicios a centros poblados rurales: desde información climatológica y asesoría técnica, hasta atenciones de salud, acceso a Internet y protección en caso de desastres naturales.
A la fecha hay 204 tambos que atienden a una población de 362,550 personas. Estadísticamente puede parecer un gran esfuerzo para atender a pocos. Pero esos “pocos” merecen también.
Lampadia