Acaban de cumplirse 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial y la humanidad parece embarcada en repetir los mismos errores. Tanto los de acción, como los de omisión.
Buena parte de los conflictos actuales involucran a la Rusia de Putin, desde la inacción internacional contra el genocida Assad de Siria, por el veto de Putin, que después facilitó la formación del “nuevo Estado Islámico” (ISIS), hasta la anexión de Crimea, el apoyo a otras insurrecciones en Ucrania y el asesinato de 289 inocentes del vuelo MH17 de Malaysia Airlines derribado en Ucrania.
Mientras tanto, occidente reacciona con la misma mezcla de cobardía e intereses particulares como lo hizo ante Stalin y Hitler. Obama dio marcha atrás en Siria después de haberse comprobado el uso de gases venenosos. En Europa, la Unión Europea empezó amenazando con sanciones en la medida que Putin no colaborara con las investigaciones. Posteriormente ha tenido que implantar el embargo de la venta de alimentos a Rusia, pero Francia sigue fabricando barcos de guerra para Putin (afirmando que demorará la entrega), los alemanes e italianos prefieren mantener sus canales diplomáticos abiertos, el Reino Unido (sin el ´acumen´ [sagacidad, perspicacia y agudeza] de Churchill), cuida sus negocios y Estados Unidos no concreta mayores sanciones. (Ver edición impresa de The Economist del 24 de julio, en la que se analiza este tema bajo el nombre de “Web of lies”, telaraña de mentiras, en español).
Por nuestro barrio, el trio de gobernantes socialistas de Brasil, Argentina y Chile se apuraron en ofrecer alimentos a Rusia para romper el embargo europeo y hacer algo de negocio. Una vergüenza.
La torpeza de occidente se hace evidente en las palabras de Anne Applebaum, ganadora del Pulitzer, en su reciente artículo, ver en Lampadia (L): Occidente debió tener un plan para frenar a Putin. Applebaum nos recuerda que en “un breve discurso radial de 1939, sir Winston Churchill admitió a sus oyentes la incapacidad de predecir los pasos de Rusia, porque ese país en el fondo era “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. Hoy, 75 años después, no son pocos los que siguen desconcertados sobre el curso de la conducta rusa, debido a la injerencia del gobierno del presidente Vladimir Putin en la crisis de Ucrania”.
El mismo tipo de lenidad se describe en el artículo del Timothy Garton Ash, reproducido en (L): La doctrina del resentimiento, en el que nos cuenta: “En 1994, estaba quedándome medio dormido en una mesa redonda que se celebraba en San Petersburgo, Rusia, cuando un hombre fornido y de baja estatura, con cara de ratón, que parecía ser la mano derecha del alcalde, empezó a hablar. Dijo que Rusia había entregado de forma voluntaria ´inmensos territorios´ a las antiguas repúblicas soviéticas, entre ellas zonas ´que históricamente han pertenecido siempre a Rusia´. Se refería ´no solo a Crimea y el norte de Kazajstán, sino también, por ejemplo, al área de Kaliningrado´. Rusia no podía abandonar a su suerte a esos ´25 millones de rusos´ que habían pasado a vivir en el extranjero. El mundo debía respetar los intereses del Estado ruso ´y del pueblo ruso como gran nación´”.
“Aquel hombretón irritante se llamaba –como habrán supuesto– Vladímir V. Putin (…). Lo que yo he traducido como ´pueblo´ ruso es, en la transcripción alemana, ‘volk’. Putin tenía y sigue teniendo una definición ‘völkisch’, amplia y racial, de los rusos: ahora habla del ‘russkiy mir’, literalmente, el ´mundo ruso´”.
Por lo que podemos apreciar de ambas citas, estábamos advertidos oportunamente del “perfil” de Putin y no hicimos nada para controlarlo desde su ascensión al poder. Peor aún, buena parte de Europa se puso en sus manos al desarrollar su canasta energética en base al gas Ruso, que Putin usaba abiertamente como un arma de presión.
Hace unas semanas escribí en (L): El Mundo carece de una Gobernanza Global para el Siglo XXI – La globalización económica y social, no se expresa en lo político. Decía que la globalización ha desarrollado en lo económico y lo social, pero, a nivel político no hemos podido hacer prácticamente nada.
Las instituciones globales que tenemos fueron creadas después de la Segunda Guerra Mundial. Les falta capacidad para ejercer autoridad, no tienen la fuerza suficiente para detener los crímenes que se repiten todos los días.
Mientras no tengamos otras instituciones, cada país debe ser consecuente con el mundo que queremos construir y aunque, a veces nos duela, tenemos que aislar y castigar a los transgresores de las formas civilizadas. Como dice The Economist: “Suficiente. Occidente debe enfrentar la incómoda verdad de que la Rusia de Putin es fundamentalmente antagónica. La construcción de puentes y restablecimientos no van a convencerlo para comportarse como un líder normal. El occidente debe imponer duras sanciones ahora, perseguir a sus amigos corruptos y echarlo de toda reunión internacional que se basa en decir la verdad. Cualquier otra medida es apaciguamiento y un insulto a los inocentes del MH17”.
En mi opinión el Perú debe ocupar de una vez, un espacio de liderazgo en el concierto internacional, que abandonamos hace mucho tiempo. No les vendamos ni una cebolla y empecemos dando el ejemplo con dos medidas inmediatas: la suspensión de las negociaciones para un TLC con Rusia y el retiro de nuestro Embajador en Moscú.