A pesar de que durante los últimos 20 años, y más notoriamente durante los últimos 10 hemos vivido un ciclo económico y social virtuoso en nuestro proceso de desarrollo, en el que hemos crecido alto, reducido la pobreza, la desigualdad, la mortalidad y la desnutrición infantil, un grupo importante de economistas y analistas que se multiplican en los medios, se empeñan en machetear nuestras realizaciones, en romper las relaciones causa efecto y en proponer políticas contrarias a las que han permitido la recuperación del país desde la crisis terminal a la que llegamos a fines de los años 80.
Todos los días se insiste que no hay inclusión y que no ha mejorado la desigualdad, hasta han recalculado el coeficiente Gini presentado por el Banco Mundial y la Cepal, pero no mencionan que con su propio cálculo, la desigualdad bajó en 15% en la última década. Pretenden desandar la integración comercial con los países más ricos, y promueven privilegiar nuestras relaciones con el club de pobres latinoamericano. Atacan al sector minero, desconociendo su extraordinario aporte, que entre otras cosas ha permitido multiplicar el presupuesto público por 2.5 veces en la última década. Promueven la intervención del Estado en aspectos empresariales, desconociendo la necesidad de focalizar la gestión del mismo en los temas sociales. Atacan un proyecto como Sierra Productiva, que es un magnífico aporte de la sociedad civil a la eliminación de la pobreza rural, porque compite con pobres e ineficientes programas públicos. Pretenden regresar a la Constitución del empobrecimiento, que fue la del 79.
Buena parte de esta gente sigue empeñada en promover lo que llaman “la gran transformación”, el planteamiento original de Gana Perú y el nacionalismo. No entienden que hoy, nuestras medidas son: “90 – 90 – 90”, el sector privado genera el 90% del empleo, aporta el 90% de los recursos del Estado, y se acerca al 90% de la inversión.
Después de haber perdido tres décadas entre los años 60 y 90, es lógico y evidente que falta mucho por hacer, especialmente en cuanto a la pobreza dura del mundo rural, el desastre de la educación pública, la carencia de infraestructuras y la calidad de nuestras instituciones.
Muchas veces cuesta trabajo entender la tozudez con la que se niegan nuestros logros y la falta de balances en los análisis, pero si consideramos que detrás de los planteamientos mencionados, están agazapadas estrategias políticas, ya sean de orden ideológico o de simples intentos de toma del poder, uno podría entender sus motivaciones.
Por otro lado es claro que la poca gente que mediante sus análisis y esfuerzos de iluminar las relaciones causa efecto de nuestra realidad, defienden nuestros logros, no debe caer en el triunfalismo, y no debe nunca de dejar de reconocer la tarea pendiente para el logro del bienestar general.
Pero tampoco debemos caer en el error de castigarnos por la agenda pendiente, incluso más allá de nuestra propia responsabilidad, o de no hacer los balances adecuados y olvidar que siempre tenemos que educar, ilustrar y explicar la realidad.