Por Michel Hoffmann Ibáñez – M.A. Economía Internacional y Gobernabilidad
21 de febrero de 2018
Para Lampadia
Tratar de definir una ciudad según su grado de inteligencia no solo sería una ofensa y atrevimiento, sino que podría ser malinterpretado. Una ciudad inteligente es la traducción del inglés smart city y se usa como concepto general para definir a una ciudad que adopta y usa soluciones intensivas en tecnología, y desarrolla la capacidad de crear, recopilar, procesar, analizar y transformar información importante para ofrecer procesos y servicios eficientes, con la finalidad principal de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. En este sentido, la aplicación de la tecnología abarca distintos ámbitos como seguridad, transporte, desarrollo socio-económico y cuidado ambiental. Se trata, en definitiva, de encontrar un sano equilibrio entre el bienestar de la ciudadanía y la sostenibilidad.
El informe “Índice Cities in Motion 2017” es un reporte elaborado por la Escuela de Negocios de la Universidad de Navarra, España. Este análisis, realizado por cuarto año consecutivo, evaluó 180 ciudades del mundo bajo importantes dimensiones, como: capital humano, cohesión social, economía, gestión pública, gobernanza, medioambiente, movilidad y transporte, planificación urbana, proyección internacional y tecnología; con 79 indicadores adicionales. Además, dicha entidad se ha trazado como objetivo fomentar mejoras a nivel local y desarrollar ideas y herramientas innovadoras para que las urbes sean sostenibles e inteligentes.
La ciudad de Lima, alcanzó el puesto 116 (2017) y 122 (2016), situándonos en el umbral del tercio inferior del ranking. El detalle del índice no es más alentador. En el ranking comparativo de cohesión social, medioambiente y planeamiento urbano, Lima alcanza los puestos 135, 137 y 142, respectivamente. Mención aparte merece la categoría gobernanza, que alcanza sorpresivamente el puesto 55, a pesar de los serios indicios de corrupción en el marco de las investigaciones a las empresas de construcción brasileras y peruanas.
Por otra parte, la ciudad de Nueva York alcanza por segundo año consecutivo el primer lugar, mientras que la ciudad de Buenos Aires logra el primer lugar entre las ciudades latinoamericanas. Resulta preocupante que esta se encuentre en el puesto 83 a nivel mundial, seguida por ciudades como Santiago de Chile (85) y Ciudad de México (87); todas estas, ciudades que presentan similares debilidades a las de Lima, entre otros, en el cuidado del medioambiente. En líneas generales, se muestra una hegemonía de las ciudades europeas y norteamericanas, que lideran el ranking global.
En conclusión, las ciudades son motores importantes del crecimiento económico; sin embargo, la actual ciudad de Lima también refleja la desigualdad y el deterioro medioambiental. La migración del campo a la ciudad, la falta de vivienda digna y la falta de oportunidades laborales, influyen negativamente en la situación de miseria en los barrios periféricos de las capital. Del mismo modo, gran parte de las emisiones de dióxido de carbono del Perú, se generan en Lima Metropolitana, por lo que se hace indispensable reflexionar sobre nuestra forma de control de emisiones industriales y movilidad urbana. Hay que resaltar que vivir en una ciudad no tiene per se que entenderse como negativo, pero sí es indispensable realizar modificaciones y ajustes considerables para que se planifiquen, construyan y administren las ciudades bajo los aspectos fundamentales del good governance permitiéndonos tener ciudades sostenibles y prósperas priorizando al vecino.
Deseémosles no solo suerte (fortuito – exógeno), sino éxitos (que se construye – endógeno), a todas nuestras futuras autoridades municipales.