Competitividad, educación, redistribución, y un modelo de producción eficiente.
Durante su visita a Lima, el Premio Nobel de Economía 2008 Paul Krugman reabrió un debate sobre la agenda de corto y mediano plazo acerca de la economía y el desarrollo. Fijó sus apreciaciones en tres ámbitos, la evolución de nuestra economía en la última década, el modelo de desarrollo que debemos construir a partir del piso construido, y las amenazas a nuestra economía en el contexto de una crisis internacional que no ha concluido o que ha cerrado en falso.
Sobre el Perú ha reiterado lo que otras apreciaciones ya habían señalado, que el éxito del Perú no se debe exclusivamente al clima exterior propicio para nuestras materias primas sino a la construcción de un clima interno positivo para los negocios, rescatando la creación de un valor propio que produce una relación adecuada entre los commodities y una economía con fundamentos sólidos, es decir, con políticas razonables, la autonomía del BCR y la baja deuda e inflación. Es la base, según ha señalado, para que economías de la región como la peruana hayan sabido sortear los efectos negativos de la recesión global con mejores términos de intercambio y política macro que evitaron una mayor vulnerabilidad.
La visión más contundente de Krugman relativiza el imperativo de la industrialización que constituye un consenso nuevo en nuestras políticas nacionales de desarrollo. El Premio Nobel no niega su importancia pero no lo considera un asunto de primer orden en el tiempo. Indica más bien que el Perú debe preocuparse por tener una economía productiva y aumentar la calidad de su educación en lugar de darle un valor agregado a sus productos. Tiene en ese sentido una percepción un tanto más original de nuestra “enfermedad holandesa”, es decir que, ante una economía dominada por los recursos naturales y por una moneda fuerte, nuestro reto no es más manufactura sino más competitividad.
Krugman aboga por las políticas de redistribución para reducir la desigualdad como recetas que aseguran la sostenibilidad del crecimiento. Desde esa perspectiva de competitividad, ha urgido a los hacedores de políticas públicas a que dejen de considerar el comercio como lo más importante del mercado sino la educación, la formación de capital humano, la democracia, la mejora de los ingresos y la reducción de la pobreza.
Frente a los desafíos externos ha recordado el valor que han tenido durante la crisis mundial las políticas fiscales estables de los países de América Latina, poniendo el énfasis en que si bien la respuesta a la crisis no son las políticas de austeridad que él tanto ha combatido en el caso de Europa, las políticas de gasto deben ser razonables y pragmáticas.
Las recetas de Krugman proponen algunas modificaciones en las prioridades del cambio estructural actualmente en debate; precisa la necesidad de un mayor contenido del valor agregado más que el valor agregado en sí mismo, en base a la educación y a la buena administración, sin sacralizar el comercio como el eje del desarrollo.
Finalmente, ha señalado la necesidad de un Estado pragmático y fuerte, que sea capaz de regular las fusiones y adquisiciones y asegurar la aplicación de políticas económicas prudentes y bien llevadas en el contexto de una era en la que los países necesitan políticas económicas correctas y un modelo de producción eficiente más que de exportación eficiente.
Publicado en La República, 21 de marzo de 2014