Juan de Dios Olaechea
En el Perú tenemos dos especies únicas en el mundo, el caballo de paso peruano y el camión de peso peruano. Nuestro reconocido caballo de paso es ligero, elegante y garboso, mientras que el camión de peso peruano es lento, peligroso, voluminoso y caro para los contribuyentes, pero que es curiosa y significativamente el consentido de algunas autoridades, como el terror de otras.
Mientras que en lugares civilizados como Estados Unidos y en 25 países europeos solo se permiten camiones de 42 toneladas pues su gordura excesiva malogra las pistas, puentes y amenaza a los pequeños autos que se le cruzan, a nuestro camión de peso peruano, producto de la criollada y la falta de Instituciones, se le permite llegar a 53 toneladas y pronto 55 toneladas! ¡Qué bien engreído lo tienen! Y esto a pesar que nuestras carreteras y puentes solo están diseñados para un peso máximo de 44 toneladas.
¿Será que nuestras carreteras y puentes son mejores que las americanas y las europeas? ¿Será que la seguridad en las pistas ya no le importa a nadie? Quizás es más importante el orgullo de saber que nuestras carreteras, a pesar de todo el daño y congestión que se les impone, como corolario soportan impunemente el tránsito de los camiones más pesados del planeta. Parecería que ha llegado el momento de pedirle a la compañía Guiness que establezca este nuevo record mundial, para que todo el mundo se entere y maraville de estas hazañas.
Es tan querido nuestro camión de peso peruano que para permitírsele llegar a mayores tonelajes se le han cerrado las casetas de pesaje. Después de todo, para lo único que servían las balanzas era para preservar nuestras carreteras, fiscalizar los pesos, garantizar la seguridad a todos… ¡qué atrevimiento!
Ay de aquel que a lo largo de la carretera se encuentre con el camión del peso peruano, porque a su paso y con su lisura, va sembrando la destrucción que con alegre retozo pajarea. Y a su paso derrama más de 100,000 llantas usadas al año que quedan para contaminar nuestro medio ambiente.
Hoy día, a ciencia cierta ya no podemos afirmar cuánto pesan nuestros queridos camiones de peso peruano. He quedado extraordinariamente sorprendido cuando el otro día escuche que altos funcionarios anunciaba con bombos y platillos que, en beneficio del bien reconocido prestigio del camión de peso peruano, pronto los contribuyentes vamos a pagar la reconstrucción de mil puentes para permitir a estos obesos mórbidos seguir con su labor destructiva.
Es decir, se pretende gastar un monto estimado entre $1 y $3 millones por puente para reparar el daño que estos camiones ya han causado y asegurar fehacientemente que puedan seguir su libre tránsito (destrucción) por las carreteras nacionales.
Después de todo no es la plata del funcionario que anunció esta obra sino de usted, señor lector. Este dinero no será otra cosa que una transferencia directa al bolsillo de los propietarios de camiones de peso peruano. Me pregunto si no era más lógico obligar a que nuestros camiones de peso peruano pierdan el peso y se alineen con todos los camiones en el mundo. Hubiéramos ahorrado una cuenta millonaria al Estado para distribuirla en cosas mejores. ¿Acaso no hay hospitales que construir, escuelas que hacer, microempresas que apoyar?
Un párrafo sobre lentitud, obstrucción e infarto de nuestras carreteras. (12 km por hora)
Lo absurdo de todo este engendro es que crea un falso sentido de competencia. ¿Quiénes pierden con los camiones de peso peruano? ¡Los propietarios de camiones de peso peruano! Pensaron que un camión gordito les traería mayores ganancias. Ahora, el motor se les malogra más rápido, gastan más en combustible pues van más lento, el mantenimiento les obliga a subir sus tarifas. ¡Qué bueno sería que el Estado les echase una manito a estos 30 propietarios de camiones de peso peruano y, de pasadita nomás, a los 30 millones de peruanos para que prohíba tales moles! No es que queramos la extinción de esta honorable especie, sino que el camión de peso internacional es lo más conveniente para el bolsillo de los contribuyentes (y para salvaguardar la vida de los que transitamos, aunque no se sabe si la vida humana sea de importancia para estos funcionarios) y al circulación en nuestras carreteras.
Tal vez el motivo verdadero es que los funcionarios públicos, esos que entran a las 9am y se van 5 en punto de la tarde, no tienen otras prioridades que disfrutar de las playas del sur en vez de prohibir la circulación de camiones de peso peruano. Al final del día sólo nos queda preguntarnos, ¿quién maneja los pesos de los camiones en el Perú? Lampadia