Juan Carlos Tafur, Director de Exitosa
Exitosa, 25 de Mayo de 2017
Lo que ha sucedido con Edmundo Beteta, jefe del Seguro Integral de Salud, SIS, despachado del cargo en medio de una lucha sin cuartel contra mafias enquistadas en el sector Salud, no hace sino corroborar que este gobierno hace tiempo perdió su cabal impulso reformista o nunca lo tuvo.
En el caso de Beteta —ocurrido ayer mismo— se trata de un profesional con las cosas claras y con la voluntad de hacerle frente a las argollas mafiosas que operan en diversos hospitales públicos y que han hecho de la sobrevaluación o de los cobros por servicios fantasmas su mayor especialidad.
Así como en salud, en educación existen redes establecidas resistentes a cualquier decisión que afecte sus intereses. Y, como se puede constatar, tales redes llevan años tejiendo no solo una trama de relaciones corruptas con proveedores o funcionarios públicos, sino también con agrupaciones políticas que luego asumen el papel de escuderos.
Podemos citar más nombres: el de Augusto Baertl a la presidencia de Petroperú y el de Gisela Orjeda a la de Concytec, en ambos casos también involucrados en serias fricciones con el statu quo y que, en lugar de merecer el respaldo del gobierno, terminaron ellos expectorados.
Resueltos los grandes dramas nacionales de la crisis económica y la amenaza terrorista, era tarea pendiente republicana enfrentar estas reformas de segunda generación, menos graves, pero más complejas y necesitadas de cambios quirúrgicos inteligentes y sostenidos.
No se entienden las decisiones oficiales, salvo que estemos —como los hechos nos indican— ante un gobierno decidido a no hacer olas, a gobernar inertemente, sin causar roce alguno y, por ende, cancelando todo afán de reforma institucional.
No es apresurado juzgar al régimen antes del año, porque era en este lapso que justamente debió vérsele —como no se ha visto— la factura reformista.