Jaime de Althaus, Antropólogo y periodista
El Comercio, 13 de enero de 2016
El nuevo régimen tributario mype contiene una apuesta formalizadora difícil, aunque no imposible, de ganar. Si funciona, habrá significado un cambio profundo.
A primera vista parece muy complicado: el umbral del RUS –por el que se paga por todo concepto hasta un 2% de las ventas anuales– baja de 30 mil soles de ventas mensuales a 8 mil soles, de modo que todas las microempresas que venden más de 8 mil soles mensuales y menos de 30 mil y que estaban en el RUS, deberán pasar el nuevo régimen mype, que implica pagar IGV e Impuesto a la Renta (IR), y contratar contador. Es decir, tendrían que pagar aparentemente bastante más, y por medio de un sistema más complejo.
El MEF sostiene que no tendrían que pagar más pero la complejidad sí sería mayor. Entonces el reto está –señalan– en diseñar una ficha de pago o una aplicación muy sencillas que le permitan al microempresario calcular el IGV y el Impuesto a la Renta de manera casi automática, sin contador. Y una gran campaña para que lo hagan.
Es verdad que el RUS es una falsa formalización, apenas un registro, pues como quienes están en el RUS no pagan IGV ni entregan facturas, quedan fuera de la cadena económica: los formales no les compran porque no dan facturas y sus ventas y compras no quedan registradas. Es un disfraz de la informalidad.
Por eso, tender a eliminar el RUS es correcto. El asunto es cómo lograr que paguen IGV y den factura. Esa debería ser una gran cruzada nacional. Una alternativa sería que den factura sin IGV, y que el formal pueda descontarla. Pero entonces se dedicarían a vender facturas a raudales.
Si la apuesta funciona y los microempresarios empiezan a pagar IGV y dar facturas, no solo se beneficiarían ellos porque podrían venderles a la pequeña, mediana y gran empresa formales, que demanda facturas, sino que se beneficiarán aun más las pequeñas o medianas empresas formales que venden entre 30 mil soles mensuales y algo menos de 7 millones de soles anuales (1.700 UIT), muchas de las cuales –restaurantes, cafeterías, etc.– compran a proveedores que no dan factura sin poder descontar esos gastos, con lo que pagan un IGV e IR mucho mayores. Ahora podrán registrar el gasto, descontar el IGV de lo que compran y, además, pagarán solo 10% de IR por los primeros 60.750 soles de utilidad. Lo que, de paso, implica un incremento gradual del IR para que no se tenga que pagar proporcionalmente más impuestos cuando se crece y no se desaliente el crecimiento de la empresa.
Para que todo esto funcione se necesita plena conciencia nacional, saber lo que estamos tratando de hacer, e involucrar a todos en el movimiento. Generar una corriente poderosa. Si se logra, habremos acabado con el dualismo estructural y marginador de nuestra economía: un avance revolucionario.