Jaime de Althaus, Antropólogo y periodista
El Comercio, 13 de mayo de 2016
Efectivamente, si el dinero de mi AFP es mío, ¿por qué no lo voy a poder retirar a los 65 años? ¿Y por qué no antes?
Una vez cazada la presa, se inicia el despojo del cadáver. Ya no hay que esperar a tener 65 años para llevarse casi todo el fondo acumulado en la AFP. Ahora es posible retirar hasta el 25% en cualquier momento antes de la jubilación, para comprar una primera vivienda o amortizar un crédito. Sin quererlo, el Congreso ha iniciado un camino revolucionario, profundamente libertario. Pues, efectivamente, si el dinero es mío, ¿por qué no lo voy a poder retirar a los 65 años? ¿Y por qué no antes? ¿Y por qué ese límite del 25% y solo para la primera vivienda? Vendrán nuevas leyes para ampliar la libre disponibilidad de lo que es mío, lo que no será sino un reconocimiento exultante al derecho de propiedad.
El último punto de esta cadena es, inevitablemente, el derecho a disponer de mi propia aportación mensual a lo largo de mi carrera: que se me la entregue a mí directamente porque yo sabré mejor qué hacer con ella, en lugar de retirármela compulsivamente para dársela a una AFP o a la ONP.
Esto es inexorable. Y va más allá. Si el dinero es mío, ¿por qué a mí, que soy ya jubilado, no se me permite sacar también el 95,5% de mi fondo? Es injusto. Y en cuanto a los aportantes a la ONP, si ellos no han exigido hasta ahora los mismos derechos, es porque no están organizados. Sorprende que ni Keiko Fujimori ni PPK les hayan hecho ese ofrecimiento, pues la injusticia es también notoria: ¿por qué los de las AFP sí y los de la ONP no?
Los libertarios Jaime Delgado, Yonhy Lescano, García Belaunde y otros han comenzado a despertar la conciencia liberal en el país. Pues si yo soy o debería ser libre para disponer de mis ingresos y tener o no una pensión, también debería serlo para decidir si quiero tener un seguro de salud y, más aun, escoger qué seguro: ¿por qué se me obliga a aportar a Essalud? Si tuviera libertad para asegurarme o no y decidir dónde, habría, de paso, una sana competencia entre aseguradoras que solo podría ir en beneficio del asegurado. Se acabarían las largas e interminables colas y los meses y años de espera para una intervención quirúrgica.
Muy bien. La única contingencia que habrá que prevenir es que este aparente camino a la libertad económica individual no termine desembocando en la dependencia total del Estado cuando ciudadanos libres sin obligaciones de aportación y sin pensión se conviertan en el objeto de las promesas electorales de extenderles a todos una Pensión 65 recargada. Pues por ese camino regresamos ya ni siquiera a un sistema de reparto, del que nos estábamos felizmente alejando con el sistema cuentas individuales, sino al paso de todos los ciudadanos a la planilla del Estado. ¿Y quién la paga?