El excelso golpe a la más alta conducción narcosenderista llegó en el momento preciso: cuando parecía que la ilegalidad estaba ganando la batalla en todos los frentes, cuando gobierno y oposición se hallaban trenzados en un pugilato estéril y paralizante, y cuando la caída incontenible en la popularidad de Humala empezaba a amenazar la propia gobernabilidad del país. El primer efecto de ese magnífico golpe ha sido el de un gran alivio nacional. Regresa la fe en que las cosas se pueden hacer bien y recuerda que el Perú es una causa por la que vale la pena unirse.
Cambia el clima político. El escenario de confrontación política puede convertirse en uno de colaboración-oposición leal al sistema que permita retomar la agenda nacional.
Las primeras señales han sido positivas: la oposición ha retirado la censura al ministro de Defensa, Pedro Cateriano, y el primer ministro ha anunciado que el gobierno tenderá puentes a las fuerzas políticas, lo que supondría dejar de lado los ataques a los “candidatos”, a los “partidos tradicionales” y a los gobiernos anteriores. El cultivo de un clima de colaboración crítica es precisamente el arte del gobernante democrático, por más que la oposición fustigue.
Que este nuevo clima florezca depende de la capacidad y voluntad de los actores. Es necesario porque el Perú está embarcado en una carrera mundial, y eso demanda colaboración entre los actores nacionales para superar a otros países y reducir brechas internas. El Perú ha optado por integrarse al mundo, y para eso tiene que afiatarse lo más posible, tiene que mejorar, pues está en competencia. No puede detenerse sino acelerar.
Y eso demanda apoyar, fiscalizar y exigir las fundamentales reformas que se están ejecutando para mejorar la calidad del Estado y la eficiencia de los servicios públicos (servicio civil, meritocracia, resultados, simplificación, desregulación, facilitación de la inversión, carrera magisterial, salud). Y también aprobar la reforma política en el Congreso que ayude a resolver los problemas de representación y de ausencia de partidos políticos, graves carencias de nuestra democracia.
El segundo efecto de este extraordinario golpe antiterrorista será probablemente revertir la caída libre de la popularidad presidencial, lo que, junto con la distensión política arriba reseñada, permitirá afianzar la gobernabilidad y, como consecuencia de esto, recuperar terreno en los distintos frentes en los que la ilegalidad estaba ganando la batalla (narcotráfico, minería ilegal, tala ilegal, sicariato, extorsiones, corrupción policial y judicial, etc.). La posible salida de la sublime misión italiana del padre Hugo de Censi de Chacas en el callejón de Conchucos, por amenazas de
muerte, era algo que no se veía desde la época del terrorismo, pero la expulsión de una inversión minera moderna y responsable no es algo tan distinto.
La ley no tiene vigencia en partes importantes del territorio y de la sociedad. El Estado legal es una tarea inconclusa. La recuperación de la gobernabilidad ayuda a implantar el imperio de la ley, y viceversa. Se refuerzan mutuamente. Ojalá el presidente Humala no dilapide esta oportunidad.
Publicado por El Comercio, 16 de agosto del 2013