En los últimos 20 años entramos en un camino de progreso con crecimiento económico y reducción de la pobreza. Gracias a la continuidad del modelo económico pro mercado y al buen manejo de la macroeconomía, el país muestra cifras sólidas, buena dinámica del mercado interno y la fortaleza suficiente como para no caer en recesión y seguir creciendo, pese a las dificultades que experimentan los países desarrollados.
Sin embargo, aunque la situación ha mejorado, no debemos olvidar que seguimos siendo un país pobre, con enormes brechas en educación, salud e infraestructura, y que lo avanzado podría perderse si en las próximas elecciones regionales y generales elegimos mal, y cambia el curso de las cosas.
Los países que lograron desarrollarse y salir de la pobreza en las últimas décadas, lo hicieron equipándose con infraestructura, educando a su población para el futuro, e invirtiendo en investigación y desarrollo. Esa potente combinación de políticas de Estado aún no asoma en el Perú.
Pero si en algo estamos avanzando, pese a las trabas, es en la inversión privada en infraestructura de uso público mediante asociaciones público privadas (APP). Cada vez parece mayor el consenso de los peruanos respecto a esta modalidad. Son bastante convincentes la modernización del Puerto del Callao, el Aeropuerto Jorge Chávez, las carreteras interoceánicas, las irrigaciones en la Costa Norte, o la Línea 1 del Metro que transporta a diario a cientos de miles de personas.
Esta combinación de mejores servicios, en APP bien operadas y con mantenimiento, junto al consenso que se está generando a su alrededor, contribuye a un clima que atraería nuevas y mayores inversiones si se lograse destrabar los procesos de concursos y las obras.
Dar el gran salto adelante para seguir creciendo sostenidamente en los siguientes años, a tasas superiores a las actuales, está a nuestro alcance. Se necesitan políticas claras, funcionarios que se atrevan a tomar decisiones, mantener y afinar el rumbo actual, entender que sin mediano plazo no hay futuro, y que el mediano plazo se construye a partir de hoy. ¿Cómo aterrizar todo esto? ¿Cómo hacer que funcione?
Lanzar un Plan de 5 años de proyectos de APP en infraestructura, 2014-2018, al ritmo de 7% anual del producto. Sería una demostración de continuidad en las reglas del juego, aunque cambien los gobiernos, que pondría al Perú en el mapa de los grandes inversionistas globales, y se traduciría en mayor competencia en los concursos de ProInversión. Mientras se ejecuta este plan y se construyen las obras, junto con las grandes inversiones mineras que entrarán en actividad, el país tendrá el potencial de crecer alrededor de 8% anual sostenidamente, durante los siguientes diez años.
Evitar la sobrerregulación. Cuando la regulación se desenfoca y se concentra en sancionar, al extremo que desalienta las nuevas inversiones, la calidad del servicio termina decayendo y quienes resultan afectados son los consumidores que el regulador intentaba proteger.
Resolver las barreras burocráticas y municipales. La autonomía municipal no debiera seguir siendo un factor de atraso. Se necesitan normas que permitan que las APP avancen, precisando las atribuciones de los distintos niveles de gobierno, sin que haya interferencias. El Ejecutivo y el Legislativo debieran trabajar de la mano y enfrentar este reto.
Invertir en energía con horizonte de largo plazo. Se necesita detallar un plan y establecer un mecanismo atractivo de subastas de energía hidroeléctrica, por ejemplo. Las centrales, que empezarían a operar el 2021, habría que adjudicarlas hoy. Contar con energía a precios competitivos vuelve al Perú un país atractivo para la gran inversión minera y para otras inversiones.
Publicado en Correo, 31 de marzo de 2014.