Federico Salazar, Periodista
El Comercio, 18 de junio de 2017
Las autoridades retiraron del mercado la leche Pura Vida, del grupo Gloria. La razón: era gato por liebre.
La ministra de Salud, Patricia García, anunció que evalúan pedir sanciones penales contra la empresa y los funcionarios que otorgaron el registro sanitario. Congresistas cuestionaron a la Digesa y al Indecopi y demandaron retirar estos productos del mercado.
La población, obviamente, se alarmó. Si retiran un producto alimenticio del mercado, es porque hace daño. La leche de Pura Vida, venía a decir esa drástica medida, no era leche.
Ni la ministra ni los funcionarios ni los congresistas leyeron las normas por las que el producto Pura Vida y otros sí pueden y deben llamarse “leche”. Es muy claro: ¡porque sí son leche!
¿Y todo el escándalo? ¿Acaso todos se equivocaron? Sí, todos se equivocaron. Nadie hizo su trabajo. Nadie documentó su posición.
Maritza Reátegui, especialista en regulación sanitaria, nos sacó a todos de la ignorancia. Pura Vida se denomina “leche evaporada parcialmente descremada con leche de soya, etc.”. Se denomina leche porque así lo autoriza el registro, sobre la base de un informe técnico de la Digesa (“Lecciones de Pura Vida”, El Comercio, 16/6/17).
El informe remite al Codex Alimentarius de la FAO y la OMS. Ahí la definición de leche es “secreción mamaria normal de animales lecheros obtenida mediante uno o más ordeños sin ningún tipo de adición o extracción…” (Informe N° 005376-2014/DHAZ/Digesa, II. b).
Pura Vida, ¿viene de la vaca? Sí. Pero, ¿acaso no tiene soya y otras cosas? Sí. El informe también habla de eso.
Se podrá usar el nombre de “leche” si los productos fueron “fabricados con leche cuyo contenido de grasa y/o de proteínas haya sido ajustado, siempre que se satisfagan los criterios de composición estipulados en la norma específica” (inciso c).
También dice el informe que se puede mantener el nombre de “leche” aunque se agreguen otros elementos, “siempre y cuando los constituyentes no lácteos no sustituyan parcial o totalmente los constituyentes de la parte láctea del producto” (inciso e).
El informe da un ejemplo: “Leche Evaporada Descremada con Grasa Vegetal, Proteína Aislada de Soya y Miel” (inciso f).
Pura Vida dice en su etiqueta: “Leche evaporada parcialmente/descremada con leche de soya, maltodextrina,/ grasa vegetal, minerales (hierro y zinc)/ y enriquecida con vitaminas (A y D)”.
Tanto el informe de la Digesa como la etiqueta de Pura Vida consignan un error de puntuación. No se trata de leche evaporada parcialmente, porque eso es imposible. Se trata de “leche evaporada, parcialmente descremada con…”.
Si no pongo la coma, el adverbio “parcialmente” se puede atribuir al adjetivo de la leche (evaporada). Sin embargo, no se puede evaporar nada parcialmente. O hay evaporación o no la hay.
Parece que muchos creyeron que no se trataba de leche porque tenía una composición “parcial”. Lo que debió decirse es que el tarro contiene leche en su mayor parte, a lo que se le agregan los suplementos nutricionales. No es leche de soya que reemplaza a la leche de vaca. Es leche de vaca más leche de soya.
Si pretendiéramos que el 100% de la lata fuera leche, el tarro costaría lo que cuesta el tarro azul. Pero, entonces, ¿por qué distintos tarros? Por la misma razón que hay distintos medios de transporte o distintos tipos de casas.
Quitar del mercado estos productos, sin que haya habido fraude alguno o hallazgo de un tóxico en el contenido, es un atentado brutal contra la economía de la gente. Es como si dijéramos: “Hay que retirar del mercado todo el transporte público, que todos vayan en taxi”.
Lo que han hecho es dejar sin leche evaporada al que no puede pagar por las unidades de mayor costo. ¿Cuál es su alternativa? ¿El té? ¿A eso quieren condenar a los más pobres? ¿A tomar té?
Las autoridades deben disculparse. Deben explicar a la población que sí ha estado tomando leche. Y deben anunciar que los más pobres volverán a tomar leche. Y cuanto antes, mejor.