Al momento de su independencia en 1957, el motor económico de Malasia era el sector primario. Productos como el estaño, caucho, madera y petróleo explicaban gran parte de la actividad económica. [Económica, no de las exportaciones. No nos vayamos a confundir con el caso del Perú de hoy, donde la minería y el petróleo explican menos del 16% de PBI.] Ello comenzó a cambiar a mediados de los años setenta con la implementación de la “Nueva Política Económica” (conocida como NEP, por sus siglas en inglés), plan de gobierno cuyos objetivos buscaban reestructurar la economía malaya y mejorar el bienestar de la población.
Si bien la NEP incluía una política de acción afirmativa a favor de la etnia malaya, cuyos resultados son bastante discutibles, dicho plan incluía incentivos para desarrollar un sector manufacturero como parte de la estrategia para reducir la pobreza. En ese sentido, el Estado incrementó su participación en la economía a través de empresas públicas y se establecieron zonas de libre comercio y zonas de procesamiento especial donde las empresas ubicadas en dichos lugares podían obtener beneficios tributarios y crediticios, por ejemplo: tasas de interés reducidas; créditos fiscales; importación libre de impuestos de bienes para ensamblado y procesamiento; entre otros.
A diferencia de lo ocurrido en el Perú, donde la participación estatal en empresas comerciales y la implementación de las zonas francas históricamente generaron resultados desalentadores, la experiencia de Malasia fue bastante favorable. ¿Por qué las diferencias fueron tan marcadas? Algunos de los factores se explican a continuación:
En primer lugar, Malasia nunca perdió de vista el objetivo de desarrollar nuevos sectores con miras a incrementar sus exportaciones. Existía una política activa de promoción de exportaciones. En la década de los años setenta, Malasia comenzó a desarrollar manufactura intensiva en el uso de mano de obra. Los sectores de textiles, confecciones y calzado incrementaban su producción y paulatinamente ganaban nuevos mercados en el exterior, aspecto muy importante dado el tamaño relativamente reducido del mercado local.
Segundo, mientras en el Perú se aplicó una política de sustitución de importaciones agresiva, a fin de incentivar la producción local, con prohibiciones a la importación, aranceles sumamente elevados para una amplia gama de productos, y restricciones al acceso de moneda extranjera; en Malasia, los niveles de protección eran más reducidos, lo cual incidía sobre menores costos de producción y precios más bajos para el consumidor. Por ejemplo, un estudio de Tello (2008) mostró que el arancel promedio anual en el Perú durante el período 1970-79 fue igual a 55.3%[1]. En tanto que Leow (2010) señaló que el arancel promedio en Malasia entre 1970 y 1978 osciló entre 18 y 22%[2]. En síntesis, para importar en el Perú se requería pagar más del doble en concepto de aranceles que en Malasia.
Tercero, Malasia fomentó la llegada de inversión directa extranjera en el sector manufacturero, ya sea invirtiendo directamente, o a través de alianzas estratégicas con empresas comerciales del Estado. Por lo general, dichas alianzas eran más comunes en sectores donde el uso del capital era más intensivo, tal es el caso de las industrias petroquímica, siderúrgica, automotriz y autopartes, entre otras.
Cuarto, las zonas de libre comercio y procesamiento especial en Malasia lograron tener una vinculación clara con las regiones donde se encontraban ubicadas, puesto que era posible para las empresas ubicadas en esos lugares contratar a trabajadores locales capacitados. Una de las prioridades de Malasia fue mejorar el acceso a la educación para los grupos más necesitados y capacitar con habilidades técnicas a la población. En las escuelas secundarias, al final del tercer año, los alumnos pueden elegir entre continuar con estudios académicos o técnicos/vocacionales. En ese sentido, al terminar estudios secundarios, algunos jóvenes ya cuentan con conocimientos para desempeñarse en ciertos oficios. A nivel superior, aparte de las universidades, Malasia dispone, a lo largo de su territorio, de un extenso sistema educativo post-secundario técnico-vocacional (conocido como TVET, por sus siglas en inglés) donde es posible capacitar trabajadores en áreas específicas con las habilidades que las empresas requieren. [Capacitación práctica, magnífica oportunidad para cerrar brechas educativas en corto plazo.]
Con el transcurrir de los años, las políticas enmarcadas en el NEP se fueron afinando, se puso mayor énfasis en la liberalización comercial; fomento a actividades de mayor valor agregado (por ejemplo: industrias farmacéutica, electrónicos, entre otros); privatización de empresas públicas; reducción de las políticas de acción afirmativa; entre otros. Asimismo, se dieron paso a nuevos planes integrales, tales como la Política Nacional de Desarrollo, a comienzos de los años noventa, y el Nuevo Modelo Económico, lanzado a inicios del 2010. Pese a los cambios, los pilares de promoción de exportaciones, atracción de inversión extranjera y formación educativa de carácter técnico-vocacional se mantuvieron firmes como parte de la estrategia para generar crecimiento, incrementar la competitividad y reducir las brechas sociales.
El gobierno malayo ha entendido que en la actualidad es importante ser competitivo. En los últimos años se ha puesto bastante énfasis en la reducción de las barreras burocráticas y la modernización de la infraestructura a fin de ganar competitividad. Hacer negocios en Malasia resulta cada vez más fácil. De acuerdo con el Banco Mundial, mientras que en Malasia se requieren de seis días para abrir un negocio y 32 días para poder conectarse a la red de electricidad; en el Perú se necesitan 25 y 100 días, respectivamente.
Tenemos mucho que aprender de Malasia. La liberalización económica y comercial ha sido muy positiva para el Perú, así como la llegada de inversión directa extranjera. Sin embargo, aún queda mucho por trabajar. Los esfuerzos realizados en materia de política económica deben ser complementados por mejoras sustanciales en el sistema educativo, infraestructura y reformas estructurales que mejoren el marco regulatorio. Será muy difícil, sin ello, sostener altas tasas de crecimiento por un tiempo prolongado que permitan desarrollar al país y seguir reduciendo la pobreza de forma sostenida.
[1] Tello, Mario, “Barreras No Arancelarias y Protección Externa e Interna de los Productos Transables Agropecuarios: El Caso del Perú, 2000-2008”, 2008, p. 15.
[2]Leow, Ghin Yin, “Assessing Malaysia’s Manufactured Exports Competitivenessinthe East Asian Region: A Shift-Shareand Simulation Approach”, 2010, p. 18-19.