Alessandra Corrochano, Head de Labentana, Laboratorio de innovación de Interbank
El Comercio, 07 de octubre de 2016
Tendemos a pensar en innovación como un proceso caótico, donde las ideas surgen no sabemos muy bien de dónde y se convierten en una nueva solución como por arte de magia. La relacionamos con el proceso creativo, con el ‘gran pensador’. O al menos con eso la relacionaba yo antes de trabajar en innovación. Nada más lejos de la realidad.
La innovación es y requiere ser un proceso estructurado. Sí, para obtener ideas disruptivas, pero sobre todo para ejecutarlas. Las ideas por sí solas no son más que buenos pensamientos. La innovación solo existe cuando las volvemos realidad y logramos que se mantengan en el tiempo. Una idea es solo el inicio del proceso.
Así, la innovación es mucho más cercana a un método científico. Requiere constancia, metodología, iteración y disciplina. Se trata de encontrar la solución para un problema, como el investigador médico busca una nueva cura para una enfermedad. ¿De qué forma? Testeando hipótesis de solución, aprendiendo, experimentando e iterando. Con clientes reales. Y luego llevando el resultado al mercado, solucionando el problema, curando la enfermedad.
Para lograrlo se requiere un set complejo de habilidades: creatividad, empatía, análisis, organización, autoaprendizaje, liderazgo, capacidad de influir. Es muy difícil encontrar a una persona que sobresalga en todas estas habilidades al mismo tiempo. Por ello, en innovación nos preocupamos por conformar un equipo multidisciplinario que reúna, entre todos sus integrantes, el set de habilidades que buscamos.
Además, el entorno digital está trayendo nuevos retos para la ejecución y exige nuevas capacidades en el equipo. En este entorno es más fácil conectar con tus clientes, probar con un segmento de ellos, obtener datos que nos permitan saber qué piensan y qué están haciendo. Pero, en contrapartida, supone
entender de programación, tener capacidad de analizar grandes volúmenes de datos, obtener conclusiones rápidamente y probar seguido, sin miedo al fracaso. El entorno digital nos obliga a cambiar el ritmo, a ser más ágiles.
Nuevas carreras como ‘data scientist’ o ‘computer science’ (que es diferente a ingeniería de sistemas) toman
relevancia. El proceso de ejecución se vuelve circular y se combina con el proceso de aprendizaje y de ideación. Pero, fi nalmente, sigue siendo un proceso circular que nunca termina, pues el cliente y la tecnología evolucionan. Y no podemos dejar de aprender.
Hoy más que nunca la innovación depende mucho más de la ejecución y de la iteración que debe tener una buena idea. Para que una organización moderna sistematice la innovación debe tener, además del equipo con el set de habilidades adecuadas, una metodología y un proceso estructurado, en el que las autonomías para iterar y decidir sean amplias, la visión del cliente prevalezca sobre la del líder, y el fracaso sea sinónimo de aprendizaje.
No confundamos libertad de pensamiento con caos, iteración con falta de estructura, ni creatividad con innovación. La innovación es un proceso de ejecución y requiere un método. Lo demás son solo buenas ideas.