Los países nórdicos suelen estar entre los mejor gobernados, son menos desiguales y más competitivos. Su éxito se basa en su modelo político y económico, cimentado en el pragmatismo y en la falta de conflicto entre las retóricas habituales de izquierda y derecha que dominan la política de la mayoría de los países occidentales.
The Economist (en su artículo publicado líneas abajo) se refirió a este estilo nórdico como el “supermodelo” del futuro y los indicadores sociales y económicos (desde el ranking de la felicidad, solidez económica e institucional, confianza, igualdad o movilidad social) muestran un envidiable desempeño. Por ello, consideramos importante darle una mirada al secreto del modelo nórdico.
Sus políticas laborales flexibles, una legislación medioambiental amplia, buenos indicadores sociales y económicos muestran que entienden que los objetivos en pro de los intereses a largo plazo se logra mejor al no oponerse a los adversarios sino uniendo fuerzas, adaptándose y comprometiéndose con ellos. En un entorno global complejo y profundamente interconectado, es mejor buscar la cooperación para lograr objetivos comunes por el bien de una sociedad.
The Economist afirma que la principal lección que se debe extraer del éxito nórdico no es ideológica, sino práctica. El Estado es popular no por ser grande, sino porque funciona, lo que hace que los ciudadanos sean más proclives a pagar impuestos. Los gobiernos han llevado a cabo reformas superando las presiones de sindicatos y gremios empresariales. Han introducido mecanismos de mercado en el Estado del Bienestar, logrando una mejor performance.
«Pero debes tener la voluntad de acabar con la corrupción y los intereses creados, y debes estar preparado para abandonar las ortodoxias agotadas de la derecha y la izquierda y buscar buenas ideas en todo el espectro político«, destaca. “Los gobiernos se ven obligados a operar bajo la dura luz del día: Suecia da acceso a todos a los registros oficiales”.
Además, “son fuertes defensores del libre comercio, se resisten a la tentación de intervenir incluso para proteger a las compañías icónicas: Suecia dejó a Saab ir a la quiebra y Volvo ahora es propiedad de Geely, de China. Pero también se centran en el largo plazo -más obviamente a través del fondo soberano de riqueza de Noruega de US$ 600,000 millones, y buscan maneras de atemperar los efectos más duros del capitalismo”.
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El 67% de sus exportaciones y el 22% del PBI son de productos primarios (petróleo), pero a nadie se le ocurre descalificar la economía noruega como ‘primaria exportadora’ o hablar del ‘pos-extractivismo’. La política se mueve alrededor de centros y convergencias, más que por propuestas extremistas y refundacionales, a pesar de haber reducido fuertemente el peso del Estado en la economía y reformado su extremo ‘estado del bienestar’. La sensatez de su clase dirigente les ha permitido transformar su gran riqueza de recursos naturales en bienestar; a través de educación, salud e infraestructuras de primer nivel y la armonía interna les ha permitido desarrollar buenas instituciones. En base a su sentido práctico y la desideologización de las políticas públicas (como los casos más exitosos del Asia), hoy tienen una economía competitiva, excelentes indicadores sociales, identidad nacional, seguridad interna y un Estado eficiente y efectivo. Lampadia
Los países nórdicos
El siguiente supermodelo
The Economist
1 de febrero del 2013
Traducido y glosado por Lampadia
Los países pequeños a menudo están en la vanguardia cuando se trata de reformar el gobierno. En los años ochenta, Gran Bretaña quedó a la cabeza, gracias al thatcherismo y a la privatización. El pequeño Singapur ha sido, durante mucho tiempo, un modelo a seguir para muchos reformadores. Ahora es probable que los países nórdicos asuman un rol similar.
Esto se debe en parte a que los cuatro principales países nórdicos -Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia- están bastante bien. Si uno tuviera la opción de renacer en cualquier parte del mundo como una persona con talentos e ingresos promedio, uno querría ser un Vikingo. Los nórdicos se agrupan en la parte superior de los rankings de todo, desde la competitividad económica a la salud social a la felicidad. Han evitado tanto la esclerosis económica del sur de Europa como la desigualdad extrema de Estados Unidos. Los teóricos del desarrollo han llevado a llamar a la modernización exitosa «llegar a Dinamarca». Mientras tanto, una región que alguna vez fue sinónimo de mobiliario de bricolaje y Abba se ha convertido en un paraíso cultural, hogar de «The Killing», Noma y «Angry Birds».
Como lo explica nuestro informe especial de esta semana, algo de esto se debe a un poco de suerte: los nórdicos, inteligentemente, lograron tener su crisis de deuda en los años noventa. Pero la segunda razón por la que el modelo nórdico está en boga es más interesante. Para los políticos de todo el mundo -especialmente en el oeste-, ofrecen un plan de cómo reformar el sector público, haciendo que el estado sea mucho más eficiente y responsivo.
De Pippi Longstocking a las escuelas privadas
La idea del gobierno nórdico resultará como un shock tanto para los izquierdistas franceses que sueñan con la Escandinavia socialista como para los conservadores estadounidenses que temen que Barack Obama esté empeñado en la «Sueciaización». Son anticuados. En los años setenta y ochenta, los nórdicos eran países de impuestos y gastos. El gasto público de Suecia alcanzó el 67% del PBI en 1993. Astrid Lindgren, la inventora de Pippi Longstocking, se vio obligada a pagar más del 100% de sus ingresos en impuestos. Pero el impuesto y el gasto no funcionó: Suecia cayó de ser el cuarto país más rico del mundo en 1970 al 14 en 1993.
Desde entonces, los nórdicos han cambiado de rumbo, principalmente hacia la derecha. La participación del gobierno en el PBI de Suecia, que ha caído alrededor de 18 puntos porcentuales, es menor que la de Francia y pronto podría ser inferior a la británica. Los impuestos se han reducido: la tasa corporativa es de 22%, mucho más baja que la de los Estados Unidos. Los nórdicos se han centrado en equilibrar los libros. Mientras que Obama y el Congreso discuten, Suecia ha reformado su sistema de pensiones. Su déficit presupuestario es del 0.3% del PBI; el de EEUU es de 7%.
En los servicios públicos, los nórdicos han sido igualmente pragmáticos. Mientras funcionen los servicios públicos, no les importa quién los proporcione. Dinamarca y Noruega les permiten a las empresas privadas administrar hospitales públicos. Suecia tiene un sistema universal de ‘vouchers educativos’, escuelas privadas con fines de lucro que compiten con las escuelas públicas. Dinamarca tiene el mismo sistema de vouchers que además se pueden complementar con dinero de los padres de familia. Milton Friedman se sentiría más cómodo en Estocolmo que en Washington, DC.
Todos los políticos occidentales afirman promover la transparencia y la tecnología. Los nórdicos pueden hacerlo más que la mayoría. Miden el desempeño de todas las escuelas y hospitales. Los gobiernos se ven obligados a operar bajo la dura luz del día: Suecia da acceso a todos a los registros oficiales. Los políticos son descalificados si se bajan de sus bicicletas y usan las limusinas oficiales. La casa de Skype y Spotify es también un líder en el gobierno electrónico: pueden pagar sus impuestos con un mensaje SMS.
Esto puede sonar como un thatcherismo mejorado, pero los nórdicos también ofrecen algo para la izquierda progresista, demostrando que es posible combinar el capitalismo competitivo con un estado grande: el sector público emplea el 30% de la fuerza laboral (el promedio de la OCDE es de 15%). Son fuertes partidarios del libre comercio, se resisten a la tentación de intervenir incluso para proteger las compañías icónicas: Suecia dejó a Saab ir a la quiebra y ahora Volvo es propiedad de Geely, de China. Pero también se centran en el largo plazo -más obviamente a través del fondo soberano de riqueza de Noruega de US$ 600,000 millones, y buscan maneras de atemperar los efectos más duros del capitalismo. Dinamarca, por ejemplo, cuenta con un sistema de «flexiguridad» que facilita a los empleadores el despido de personas, pero proporciona apoyo y capacitación a los desempleados, y Finlandia organiza redes de capital riesgo.
La parte amarga del smorgasbord
El nuevo modelo nórdico no es perfecto. El gasto público como proporción del PBI en estos países es aún más alto de lo que esta revista quisiera o, de hecho, considera que es sostenible. Sus niveles de impuestos aún animan a los empresarios a mudarse al extranjero: Londres está lleno de jóvenes suecos inteligentes. Demasiadas personas -especialmente inmigrantes- viven de los beneficios. Las presiones, que han obligado a sus gobiernos a recortar el gasto (como la creciente competencia mundial), obligarán a realizar más cambios.
Sin embargo, cada vez más países deben mirar a los nórdicos. Los países occidentales llegarán a los límites del gobierno, como lo hizo Suecia. Cuando Angela Merkel se preocupa de que la Unión Europea tiene el 7% de la población mundial, pero la mitad de su gasto social, los nórdicos son parte de la respuesta. También muestran que los países de la UE pueden ser verdaderos éxitos económicos. Y mientras los asiáticos introducen estados de bienestar, ellos también mirarán a los nórdicos: Noruega es un foco particular para los chinos.
La lección principal a aprender de los nórdicos no es ideológica sino práctica. El estado es popular no porque es grande, sino porque funciona. Un sueco paga el impuesto más voluntariamente que un californiano porque consigue escuelas decentes y cuidado médico gratuito. Los nórdicos han llevado a cabo reformas de gran alcance a través de sindicatos y grupos de presión empresariales. La prueba está ahí. Puede inyectar mecanismos de mercado en el estado de bienestar para mejorar su desempeño. Uno puede poner programas asistencialistas sobre bases sólidas para evitar mendigar a las generaciones futuras. Pero para eso se necesita estar dispuesto a erradicar la corrupción y los intereses individuales. Y debe estar listo para abandonar las cansadas ortodoxias de la izquierda y la derecha y el forraje para las buenas ideas a través del espectro político. El mundo estudiará el modelo nórdico en los próximos años. Lampadia