Las declaraciones de Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), acerca de que los países de la Alianza del Pacífico (Perú, Chile, Colombia y México) lideraran el crecimiento en América Latina confirman una constante de nuestro proceso político, económico y social: mientras algunos dentro del país se dedican a bajarle la llanta y a lanzar piedras en contra de este acuerdo comercial que fortalece nuestro modelo económico, desde afuera, solo nos llegan elogios y reconocimientos. Los detractores de la Alianza del Pacífico (AP) le han inventado todo tipo de fantasmas: desde que es una conspiración de Estados Unidos hasta que este acuerdo económico busca debilitar Unasur, Mercosur y el Pacto Andino. Sin embargo, las cifras y los resultados nos van indicando que una cosa es la integración política, los discursos ideológicos, y otra diferente la integración económica.
Lagarde, una de las más altas autoridades en el ámbito económico mundial, ha precisado que se espera un crecimiento para Latinoamérica de 3.1% el próximo año (para el 2013 el crecimiento sería de solo 2.7%), que estará liderado nuevamente por los países de la Alianza del Pacífico. Según las estimaciones del FMI para el 2014, Perú, Chile, Colombia y México, crecerán 5.7%, 4.5%, 4.2% y 3%, respectivamente. Es decir, el Perú liderará a los líderes.
Pero eso no es todo. Según las proyecciones del FMI, el PBI de la Alianza del Pacífico tendrá un avance de 34.6% en los próximos 5 años. En el 2018 se constituirá en el tercer bloque económico del planeta, solo superado por los países que integran el acuerdo Asia- Pacífico (Asean) y los llamados Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Hoy la AP representa la sexta economía del mundo por encima de Rusia y Brasil y para el 2018 será la quinta por encima de la propia Alemania. ¿Cómo entender, pues, las críticas de algunos contra la Alianza del Pacífico? ¿Cómo negarle al país la posibilidad de integrar el bloque económico que ya es el nuevo gigante de Latinoamérica? A veces la ideología enceguece tanto que se puede ir contra los intereses nacionales.
La Alianza del Pacifico acumula tantas buenas noticias que, en ocasiones, olvidamos resaltar hechos de enorme trascendencia. Por ejemplo, el 2 de noviembre pasado se admitió, nada más y nada menos, que a Alemania, Italia Holanda, Reino Unido y Suiza como nuevas naciones observadores del mecanismo de integración. Vale anotar que, en calidad de observadores, también están Uruguay, Canadá, Guatemala, Panamá, Paraguay, Honduras, El Salvador, Estados Unidos, República Dominicana, España, Francia, Portugal, Turquía, Japón, China, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
La oposición en contra de Alianza del Pacífico de las minorías radicalizadas del Perú nace del prejuicio ideológico y de la negación de la economía de mercado que, en la última década, ha reducido la pobreza y la desigualdad sin precedentes en la historia. Estos sectores saben que la AP construye un orden económico y social en el que la libre iniciativa florece y los países integrantes avanzan hacia el desarrollo. Y cuando eso pasa, todas las aventuras estatistas y bolivarianas están descartadas.