La izquierda tradicional suele difundir la equivocada idea de que el camino al desarrollo se encuentra a través de políticas activas del Estado para impulsar una “industrialización” en el sector manufacturero. Sin embargo, los dos países que encabezan el Índice de Desarrollo Humano son Noruega (1°) y Australia (2°), países que se caracterizan por sus extensas industrias extractivas, y que explotan y exportan más recursos naturales que el Perú.
En efecto, en Noruega, solo la extracción de petróleo representa el 23% del PBI y, sus exportaciones de crudo y productos minerales, alcanzan al 55% de sus exportaciones.En Australia, la exportación de minerales metálicos y no metálicos y combustibles, representa el 65% de las exportaciones, mientras que las exportaciones agropecuarias alcanzaron el año pasado una participación de 13%. Sin embargo, en estos países no existe la “enfermedad holandesa”, tan mentada por la izquierda para contraindicar la promoción de la inversión privada en estos sectores.
A diferencia de lo que se observa en países como Noruega, Australia, Canadá y muchos otros países que están logrando progresar y desarrollarse utilizando como palanca la explotación de recursos naturales, en el Perú aún nos mantenemos en niveles de producción que están muy por debajo de nuestras capacidades potenciales. Así por ejemplo, en el 2012 ocupamos el décimo lugar en el ranking de los países con mayor extensión de bosques, con 68 millones de hectáreas (ha) y 17 millones de ha de bosques naturales capaces de producir madera sosteniblemente; sin embargo, nuestras exportaciones madereras apenas alcanzaron los US$ 470 millones, mientras que Chile -un país que no tiene bosques naturales- exporta cerca de US$ 6 mil millones. El potencial de desarrollo del sector forestal en el Perú debería ser del orden de cinco veces el de Chile, y constituye un buen ejemplo de la una magnífica oportunidad que se está desperdiciando para generar una producción forestal de más de US$ 25,000 millones anuales, dando empleo de calidad a toda la población de la selva y a buena parte de la sierra (ver: ¿Cómo impulsar el desarrollo en la selva?).
La eventual disminución de ingresos por exportaciones que se registró el año pasado-dada la disminución del nivel de precios- hubiese podido ser largamente compensada por el quantum; es decir, el mayor volumen de producción que exportaríamos si desarrollamos nuestros recursos con el propósito de acercarnos a nuestro verdadero potencial, seguramente el triple de nuestra producción actual. Y es que habida cuenta de los años perdidos en los 60, 70 y 80, cuando la economía estuvo prácticamente cerrada a la inversión para la explotación de recursos naturales, ya sea en madera, minerales o pesca, ya es el momento de diseñar políticas inteligentes que permitan acelerar la explotación racional de nuestros recursos naturales, y cerrar las brechas económicas y sociales que generamos durante esos 30 años de políticas anti-inversión privada.
Según el IPE (Instituto Peruano de Economía), si desarrolláramos la cartera de proyectos mineros, que suma US$57,500 millones, muchos de los cuales se encuentran paralizados, se generarían 2.37 millones de empleos estables, el PBI crecería adicionalmente en US$44 mil millones, las exportaciones en más de US$30 mil millones anuales y los ingresos fiscales en S/.25 mil millones cada año. Es evidente que con estos recursos podríamos construir muchos hospitales, postas, escuelas y carreteras, así como aumentar las remuneraciones de los servidores públicos.
El reto que tienen los economistas peruanos en el siglo XXI, ojalá antes del bicentenario, ya no está centrado en el desarrollo de modelos macroeconómicos para controlar la inflación y los equilibrios agregados. Ahora el reto está puesto en pensar en términos de estrategias de desarrollo sostenibles que permitan la creación de un ambiente regulatorio y de negocios, que nos ayude a alcanzar el, aún lejano potencial productivo, sin llegar a caer en la “enfermedad holandesa”, corrupción, estancamiento de otros sectores, privilegios para una oligarquía, concentración del ingreso o dependencia, propiciando el encadenamiento de nuestras actividades primarias, con el sector industrial y de servicios. La evidencia sugiere que esto se logra con mercados y democracia y mucha comunicación.Una mirada desapasionada a la economía nos debería llevar a encontrar en la explotación racional de nuestros recursos naturales la gran “ventana de oportunidad” para el desarrollo integral del Perú.