¡Vale un Perú!, se decía en todo el mundo, en Europa y Asia, para simbolizar algo de gran valor, desde antes del nacimiento de nuestra República, hace 195 años.
Evidentemente la expresión estaba vinculada a la riqueza del oro y la plata que enriquecieron al imperio español durante el virreinato. Sin embargo, mientras la expresión perdía su sentido figurativo por el paulatino empequeñecimiento de nuestro país en el concierto internacional en el devenir de nuestra vida republicana, también se volvían más claras las características positivas, intrínsecas y naturales de nuestro país.
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El Perú es uno de los pocos países ‘milenario, megadiverso y multicultural’. Nuestros recursos naturales siguen siendo el oro y la plata, pero también el cobre y el zinc, el gas y los recursos hidro-energéticos, los recursos forestales, la variedad de climas, nuestra geografía, el invernadero que permite producir las mejores frutas y hortalizas del mundo, los mares, cochas y ríos con una variedad formidable de productos ictiológicos, los granos andinos con su abanderado, la quinua, los tubérculos y raíces andinas, la fibra natural más fina del mundo, la lana de vicuña, la antigüedad y variedad de desarrollos culturales con sus sitios arqueológicos, el caballo de paso, la marinera y los trajes y danzas de la sierra así como sus fiestas patronales. Además tenemos una riqueza biogenética de primer orden, hemos aportado dos de los cuatro alimentos básicos de la humanidad, la papa y el maíz. Más allá de todo lo que podemos producir con estos recursos, tenemos un inmenso potencial en turismo, hasta en ocho líneas distintas, pero, sobre todo, tenemos lo más importante, gente trabajadora, creativa y solidaria, que ha demostrado su resiliencia ante circunstancias que pocas poblaciones del mundo han tenido que atravesar.
Un país bello, pletórico de oportunidades, infinito para los 30 millones de habitantes que tenemos, pero no hemos llevado su grandeza al bienestar general. Cuando llegamos al primer centenario, Don Nicolás de Piérola dijo: “Nuestros Padres nos hicieron Libres, es hora de hacernos Grandes”. Cien años después no lo hemos hecho, pero a la tercera va la vencida, dicen, en nuestra tercera centuria tenemos que hacerlo.
Los peruanos no hemos sido capaces de transformar estas fabulosas capacidades en realizaciones que produzcan oportunidades de bienestar para todos. Tampoco hemos sido capaces de generar un sentido de identidad y pertenencia común, ni servicios públicos que acerquen a la población con el Estado y, menos aún, el compromiso de acción cívica en un país que sigue en construcción.
Probablemente, el origen de ese desfase entre capacidades y realizaciones, esté en la debilidad de nuestra clase dirigente, algo que viene de muy atrás, como lo denunciaron en su momento los insignes Víctor Andrés Belaunde y Jorge Basadre. Difícil entender cómo ha sucedido semejante cosa, en un espacio tan propicio para la creación de riqueza.
Pero no es el momento para mirar atrás. Nos toca soñar, imaginar, diseñar y construir un futuro de realizaciones. En este 28 de julio iniciamos el cierre del bicentenario, le toca a Pedro Pablo Kuczynski, inspirar en todos los peruanos el esfuerzo conjunto que ponga nuestro destino común de prosperidad en nuestras retinas. Nuestros mejores deseos de éxito.
Es hora de romper el maleficio de la política tribal. Es hora de que todos pongamos ladrillos para terminar de construir un ‘Perú de Éxito’. Lo que hemos logrado en los últimos 25 años, por insuficiente que pueda ser, nos dice que somos capaces de superar la violencia fratricida, el estancamiento económico, la dilución de nuestros ingresos, la falta de empleo y la diáspora de nuestros hijos. No hay límites para las realizaciones de los pueblos que tengan una visión positiva y compartida de futuro.
La tarea es grande, pero es la hora del Perú. Deseamos a todos los peruanos, unas muy Felices Fiestas Patrias y cinco años de mucho esfuerzo para ser ‘grandes’. Lampadia